Mal de muchos...
E n rigor, la comunidad de Castilla y León no puede sentirse discriminada en los Presupuestos del Estado de 2017. En realidad, salvo Canarias, no hay comunidad, provincia o ciudad satisfecha con las raquíticas inversiones estatales asignadas para el presente año.
El jarro de agua fría ha sido más acusado a causa de la sensación térmica pregonada por el Gobierno sobre la recuperación económica, la creación de empleo y el incremento de la recaudación tributaria. Después ha venido el taimado Montoro con las rebajas y nos ha despertado de una ensoñación a la que también había contribuido Ciudadanos, avalista de unas cuentas de ajuste puro y duro.
El recorte de gasto aplazado durante el año en que vivimos felizmente sin Gobierno se ha sumado al que tocaba para reducir el déficit, totalizando un ajuste de más de 14.000 millones de euros que de algún sitio tenía que salir. Ha salido de varios, entre ellos de la inversión pública, a la que el Estado dedica este año 5.392 millones, menos de un sexta parte de lo que va a gastar en intereses de la deuda (32.171). Castilla y León es una de las cuatro comunidades en las que la inversión del Estado cae en más de un 30 por ciento. En parte, se achaca a que el avanzado estado de las obras del AVE requiere cada vez menos esfuerzo presupuestario. No es del todo cierto, ya que la alta velocidad sigue acaparando más de la mitad de la inversión, incluidos 60 millones de euros en el lago subterráneo del túnel de Pajares. La pregunta es otra: Si descontamos el capítulo AVE, ¿en qué invierte el Estado en Castilla y León?
Sin salir del capítulo ferroviario, tenemos que no se consigna un solo euro para la integración del tren en ciudades como León y Valladolid. Tampoco para la A-60, la autovía considerada prioritaria para coser política y económicamente esta comunidad autónoma. El ministro De la Serna, agobiado por la estiba, ha sido incapaz de entender, si es que alguien se lo ha explicado, el alcance de esta infraestructura y la apuesta política que representa. Y no ha ido mucho mas allá en otro eje de vertebración territorial, la Autovía del Duero, dotada tan sólo para concluir los tramos que llevan años ejecutándose al ralentí en la provincia de Soria.
En otras circunstancias, Juan Vicente Herrera, habría puesto el grito en el cielo, como lo han hecho la mayoría de los presidentes autonómicos. Pero, recién sustituido como presidente del PP de Castilla y León, ha preferido morderse la lengua, reservándose la ocasión para cuando se negocie el fatídico modelo de financiación autonómica. Pero no porque no se pueda alegar discriminación respecto a otras comunidades, ha de omitirse que estos Presupuestos del Estado son deprimentes. Lo contrario sería acogerse a lo de mal de muchos...