Diario de León
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EL MIRADOR Javier Fernández Arribas
León

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L as sospechas sobre las relaciones entre Donald Trump y Vladimir Putin se incrementaron nada más tomar posesión de la Casa Blanca el nuevo presidente norteamericano. Muchos de sus colaboradores, incluido su yerno, se entrevistaron en numerosas ocasiones con el embajador de Rusia en Washington. Incluso, el general Flynn tuvo que dimitir como asesor de Seguridad Nacional y está dispuesto a comparecer ante el FBI para dar todas las explicaciones. Cuando este embrión de escándalo iba tomando forma, cada día más, llegó la gran oportunidad para desviar la atención. Un ataque con armas químicas en un pueblo de Siria, atribuido a las Fuerzas Armadas sirias, provocó la reacción contundente, inmediata y por sorpresa del presidente Trump que ordenó un ataque limpio y sin riesgos, con misiles de Crucero Tomahawk lanzados de dos destructores a larga distancia, de la base aérea siria de donde partió el avión que bombardeó a los rebeldes y civiles, asesinando a 86 personas, 30 de ellas niños. Hay que recordar los hechos porque hay detalles que no cuadran o hay militares sirios que son muy torpes o muy soberbios o unos criminales indecentes sin escrúpulos y sin saber medir las consecuencias de este tipo de ataques.

Lo cierto es que Trump tuvo la justificación para una acción estelar que le ha granjeado una temporal victoria política, tanto a nivel interno donde su índice de popularidad es escaso, como a nivel internacional, donde ha lanzado una clara advertencia a todos al demostrar que el Gendarme del Mundo ha vuelto, y que el incremento del presupuesto en Defensa con 52.000 millones de dólares más no es una pose ficticia. Los piensa utilizar para gozo de los fabricantes de armas. Ya veremos qué ocurre con los barcos que se dirigen a aguas próximas a Corea del Norte. Con Rusia, Trump lanza un pulso a Putin al exigirle que elija entre apoyar al presidente sirio Bachar Al Assad o mantener buenas relaciones con los Estados Unidos y sus aliados occidentales. Curiosamente, los ministros de Asuntos Exteriores del G-7 no han podido llegar a un acuerdo para imponer nuevas sanciones a Rusia y a Siria. El secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, buen amigo de Putin por su anterior responsabilidad en la compañía petrolífera Exxon, llega a Moscú para expresar en persona los postulados que interesan a la Casa Blanca. Putin echa balones fuera, piensa en Ucrania mientras la tensión se incrementa con una inestabilidad muy negativa para todos.

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