Diario de León
Publicado por
al día MANUEL ALCÁNTARA
León

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M ás de 3.500 policías israelíes patrullan durante la presente Semana Santa, para evitar que se maten entre ellos los que creen en la resurrección de la carne, incluidas sus cicatrices.

Está prevista la llegada de unos 150.000 visitantes para celebrar las Pacuas católicas y ortodoxas que este año coinciden con la fiesta del Pésaj, que es la fiesta judía.

Un gran éxito turístico. Miles y miles de peregrinos judios y cristianos abarrotan los santos lugares y los hoteles donde no se les exige la santidad a los clientes.

Las religiones, que según sus propios profestas y defensores son todas verdaderas, se han convertido en un comercio donde al cliente, aunque no siempre tenga razón, hay que dársela, para ver qué hace luego en realidad con ella.

Los santos lugares son las plazas hoteleras y hay armas incluso en el interior del Santo Sepulcro. Un fraile franciscano, que aún no sabemos si es partidario del papa Francisco, dice que en la casa de Dios no deberían permitirse armas.

Quizá tampoco convenga estar desarmados. Representantes de las iglesias cristianas se quejan de la presencia policial, en la misma medida que solicitan que no les falte porque parece que no están las cosas nada fáciles a la vista de lo ocurrido el pasado Domingo de Ramos en dos templos de Egipto.

¿Decae la afición o es que cada vez es menos necesaria para que cada uno se caiga con su equipo?

Antes en la plaza de la basílica del Santo Sepulcro se congregaban unas 4.000 personas para la ceremonia del fuego y ahora no llegan a 200. ¿Han salido chamuscadas o es que están en el pabellón de los desesperanzados?

Desde hace siete años, Israel prohíbe «subir por ahí», mientras confluyen las celebraciones de las Pascuas católicas y ortodoxas, que no han tenido siglos suficientes para ponerse de acuerdo en si Dios es Cristo o era el primer cristiano.

Alguien, aproximadamente descreído, dijo que todas las madres creen que su hijo es Dios y que la Virgen María no tenía por qué ser una excepción. En eso estamos, todavía, a estas alturas.

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