Diario de León
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Mover ficha

A unque el arranque de la ciencia y la tecnología más rudimentarias aparecen de forma paralela al propio desarrollo del mismo ser humano, parece que no es hasta hace un par de siglos, cuando las ciencias toman cuerpo y se diversifican enormemente; para terminar poniendo a nuestros pies a una naturaleza que hasta entonces se nos había mostrado indómita y deificante.

Los científicos tomaron el relevo a los antiguos sacerdotes a la hora de explicar e incluso predecir todo cuanto nos acontece en el devenir de nuestra existencia. Y lo han hecho con tanto éxito que en la actualidad parece ser que existen mayor número de ellos que la suma de los habidos en la historia de la Humanidad. Nada queda fuera de sus meticulosas miradas y así el progreso se halla verdaderamente en sus manos.

La medicina no ha sido ajena a este hecho y parece demostrado, por ejemplo, que la aparición más temprana de enfermedades mentales como el Alzheimer, Parkinson, y otras, y su mismo desarrollo, se producen en aquellas personas que, por su tipo de trabajo actividades, han ejercitado relativamente poco su mente.

De ahí a considerar la importancia de practicar habitualmente —mayores y menores—, juegos que ejerciten con intensidad, y, al mismo tiempo, con auténtico placer, nuestro órgano superior y distintivo, fuente de nuestras potencialidades intelectuales.

Y, de ahí, también, que los mismos abuelos, padres y ayuntamientos deberían implicarse en su promoción y desarrollo antes de que los juegos de cartas, ajedrez y dominós sucumban a las simples ‘maquinitas’ que inundan, planifican y desactivan nuestras mentes.

Como en tantas ciudades y pueblos de España, también en Astorga hay un café (frente al parque con trece lunas que está sobre la muralla), en donde cada tarde y cada noche se juega al dominó, verdadero deporte que mantiene en forma la parte más importante del cuerpo: el cerebro.

Es, además, una de las cosas que el hombre puede realizar con absoluta normalidad para evitar estar solo y tener un grupo de sociedad sostenido alrededor de un juego; que, por demás, parece evidenciar el cara y cruz de la vida, la compañía y la soledad, con su lado blanco tantas veces pigmentado o salpicado de manchas como la vida misma y su lado negro o lado oscuro.

También es curioso que cada vez que levantamos, al iniciar la jugada, el grupo de siete fichas, la suerte nos depara una jugada diferente, que, con mayor o menor resolución y con mejor o peor sabiduría, cada cual resuelve a su manera, colocando las fichas siguiendo su personal criterio para lograr el objetivo, que es «ganarle la partida» con la ayuda de unos (el compañero) y la oposición de otros (los prójimos contrarios).

¿Y es que acaso la vida misma no es un juego de dominó? Disponemos cada tiempo de unas «fichas» diferentes y tratamos de colocarlas lo mejor posible a fin de lograr nuestro sucesivos fines, que, de manera inmediata, nos aporte a nosotros y a los nuestros un poco de placer y de felicidad.

Las situaciones vienen a ser distintas, y, como las fichas, unas veces son buenas y otras malas, pero siempre hay que poner el mayor empeño en hacer la mejor «jugada».

A veces, parece tener uno mala racha porque se cogen malas fichas de manera persistente, pero el juego es así; lo importante es jugar, estar ahí, con lo cual uno se entretiene y siempre aprende, y, si se pone empeño, la experiencia siempre influye en las «partidas» posteriores: ganaremos con más facilidad, y, cuando menos, subiremos nuestro nivel.

«Tener la negra» —el seis doble— siempre nos supone una mayor preocupación y compromiso para sacárnosla de encima, pero el juego más interesante consiste en darle salida; y, a veces, verlo o tenerlo «todo de cara» —tener la blanca doble— nos hace dormirnos un poco, pudiendo así perder más juegos.

¡Hay que ver, hay que ver lo que es el juego de la vida, a veces ganas y otras pierdes, porque, en fin, errores, coincidencias, suerte, azar, influyen también para todo en nuestras vidas, a veces para bien y otras no tanto.

Pero siempre hay que volver a jugar porque lo verdaderamente importante es el juego en sí mismo, el disfrute de cada jugada, el acto de poner cada ficha evaluando previamente su destino.

¡Eso, eso el lo más bello del juego de la vida! Y, por todo ello, aquí en el bar, en casa y en la calle convendrá siempre «mover ficha».

josé reñones díaz. santiagomillas

Limpieza en Semana Santa

A propósito de la noticia publicada el 16 de abril respecto a que ‘Genarín se expande por León’ cito las últimas palabras del artículo: «los operarios de limpieza no ahorraron en medios para limpiar la urbe». Mentira, sencillamente mentira. Este año, que se vetó el acceso a la plaza del Grano, y los cinco anteriores que llevo residiendo en la calle Don Gutierre, Barranco o Apalpacoños, como quieran llamarla, se han olvidado todos y cada uno de estos años de regar en condiciones una calle que se usa en ésta y otras celebraciones masivas como urinario público.

LAURA BLANCO. lEÓN

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