El autobús perdido

S iempre hay tiempo para montarse en el pescante, aunque estén completamente repletas todas las localidades.

Consiste en estrecharnos más, que no es lo mismo que estar más unidos. El transporte colectivo está de moda: unos lo utilizan para atropellar transeúntes y otros para cogerlo en marcha.

Se ha convertido en un arma de combate contra los que en realidad no quieren combatir. Ahora el autobús que Podemos ha puesto en circulación, no sin motivos, para denunciar la corrupción existen en distintos frentes de España señalando ese tripartito compuesto por políticos, empresarios y periodistas, está perturbando al propio partido morado, que las está pasando literalmente negras.

Estamos acostumbrados a que discrepen los iguales, pero no a que discutan los disidentes. Los fieles a Iglesias zahieren a los que critican la estrategia de ‘Hazte Oír’ y los acusan de plagiarlos.

Si los disidentes se unieran serían una fuerza, pero se llevan fatal entre los conductores y los pasajeros dentro del mismo transporte público. La culpa es de los que guían el autobús, que han extraviado totalmente el rumbo y no saben regresar a la parada.

El itinerario propuesto, que ahora se llama ‘tramabús’, no desagrada a un buen número de españoles, ni a los que siempre creemos que es mejor que haya un sitio donde dirigir nuestros pasos, a condición de no perder la brújula.

La llamada postverdad también nos parece mentira. La nostalgia de un conductor que no se equivoque nunca, porque estaba prohibido equivocarse, ya sabemos a dónde nos ha traído. No hay más que mirar lo ocurre casi a diario en cualquier calle. ¿Es mejor tener varios líderes que uno solo?

Ya sabemos que hay charlatanes muy ingeniosos y los que no tienen nada que decir son los que prefieren hablar a gritos.

Lo importante es no perder el autobús, porque la vida sigue y falta un año para la próxima Semana Santa, que también está al caer del árbol del tiempo.