TRIBUNA
Bibliotecas municipales, ¿para qué?
L as bibliotecas municipales, cómo puerta inicial a la sociedad del conocimiento y de la información, adquieren especial interés en las jornadas del Día del Libro. Confieso que mi primer contacto con una biblioteca —o mejor dicho mini biblioteca— tuvo lugar hace bastantes años en la escuela primaria de San Pedro de Bercianos (León). Y, desde entonces hasta el momento actual, no he dejado de aprender a través de una u otra biblioteca. Porque mantener el culto al libro, cómo nos dejó escrito Borges, «es algo sagrado para satisfacer nuestro deseo de encontrar felicidad y sabiduría».
Como es notorio, las bibliotecas, en general, suelen abarcar el panorama de las letras, ciencias y tecnologías, entre otras materias que afectan al desarrollo cultural e intelectual de la persona. Aquella clasificación antigua de los libros de Andrónico de rodas (Siglo I a. de C.) ha quedado muy desfasada, quién después de catalogar las obras de física colocó las de filosofía, circunstancia que originó el nombre de metafísica. Hoy existe una clasificación compleja, y al mismo tiempo práctica: sistema CDU (es decir Clasificación Decimal Universal). De esta forma, el lector puede consultar las distintas materias que abarcan las bases del conocimiento: geografía, historia, literatura, Ciencias Sociales, ciencias aplicadas, Ciencias Jurídicas, filosofía, teología, religión, ontología, medicina, Bellas Artes, tecnología, matemáticas, y en general la producción científica y literaria. En síntesis, el lector potencial dispone actualmente de un gran arsenal de datos, estudios y análisis para el aprendizaje del conocimiento. De ahí la importancia de libros variados en las bibliotecas municipales, ya que constituyen, en mi opinión, uno de los primeros peldaños para alcanzar grados de sabiduría.
En este horizonte cultural, los ayuntamientos o, en su caso, las diputaciones provinciales, tienen un papel muy importante en la difusión de los valores culturales, a través de las bibliotecas municipales. Sería deseable que se fortaleciesen en dos vertientes esenciales: de una parte, desarrollar una función de «agente cultural y dinamizador social»; y, de otra, promover acciones y actividades en colaboración con los centros docentes y formativos para hacerse presentes en la vida ciudadana. Porque toda sociedad urbana o rural se fundamenta en la cultura, cómo saber social y comunitario. Merced a las bibliotecas municipales encontraríamos el espejo a través del cual se podría comprobar la dirección de una sociedad global del conocimiento. Sin duda, las bibliotecas municipales constituyen el vehículo fundamental de la «arquitectura intelectual y comunitaria de un pueblo», en palabras del poeta y arquitecto bañezano, Luis Pedro Carnicero. Además suponen hacer efectivo el «derecho a la cultura» sobre todo en pequeños municipios. En este sentido los responsables de cultura, en la esfera leonesa, tienen un papel decisivo para potenciar la posición por la lectura en colaboración con los centros de enseñanza o escuelas primarias. Al parecer, la mayoría de las bibliotecas municipales carecen de libros de autores leoneses. Alguien, a quién que corresponda, tendrá alguna cuota de responsabilidad, o quizá no disponga del presupuesto adecuado para nutrir dichas bibliotecas.
No se debe olvidar que la cultura, a través de los libros, lleva el tono de todos los valores de la existencia humana. El Nobel Vargas Llosa ha dicho, recientemente, que la lectura de un libro provoca un gran placer, y asimismo, desarrolla la inteligencia. Y es que los libros se transforman en mensajes que caminan de generación en generación sembrando valores culturales. Además, suponen un esfuerzo intelectual y creador para la promoción de valores ideales como aprendizaje constante. Y, cultura, en concreto, significa el cultivo de la inteligencia. Naturaleza y cultura aparecen vinculadas en su origen y en su meta. El objetivo, pues, se basa en promocionar y perfeccionar a la persona con sus talentos.
En este contexto, las bibliotecas municipales deben cumplir —y efectivamente cumplen con alguna carencia— la misión de estar al servicio de la vecindad en general. Trata de potenciar los bienes culturales que no disminuyen al distribuirlos, ni se pierden por el hecho de promocionarlos. De este modo, la cultura conlleva la transformación de la conciencia histórica de una comunidad. Es, ante todo, productora de bienes para elevar la condición social y humana.
En resumen, la misión cultural de los ayuntamientos o, en su caso, diputaciones, a través de sus bibliotecas municipales, es conseguir que los ciudadanos en general, sientan la necesidad moral y vital de elevar sus conocimientos, porque solo la cultura y el saber nos harán libres.