al trasluz
El caballero entusiasmado
Ah, el entusiasmo, esa energía vital. Con cuatrocientos desanimados no levantas una catedral; con cuatro entusiastas, sí. Pero no basta con tenerlo, además debe aplicarse a buena causa. En 1856, el leonés Fernando de Castro publicó su edición del Quijote. Reto en el que se volcó con entusiástico celo. Llegó a las librerías con el título «El Quijote para todos, abreviado y anotado por un entusiasta de su autor Miguel de Cervantes Saavedra». Por decoro, no consintió que su nombre figurase. Incluso el prólogo lo firmó con un parco «el abreviador». Nuestro paisano fue una de las personalidades de su tiempo: sacerdote, historiador y académico entusiasta de las mejoras educativas, que posibilitarían en el proyecto institucionista. Dada su singular heterodoxia, debieron de atizarle los propios y los ajenos. Suele ocurrir. Hoy no podemos respaldar sin reservas su criterio para podar el Quijote de páginas, personajes y capítulos enteros, «ligeras sombras» y vocabulario chusco. Pero tan personal donoso escrutinio estuvo siempre marcado por la noble convicción de que España necesitaba una nuevo entusiasmo, que solo podría llegar por los buenos libros y no por «lectura frenética de novelas inmorales e irreligiosas de folletín (...) y propaganda revolucionaria», por entender que idiotizaban como antes lo hicieron las de caballerías. Logró un exitazo. El sahagunense calificó al personaje cervantino de «caballero entusiasmado». Bello apodo. En el prólogo escribió: «(...) es también el Quijote un libro europeo, y hasta pudiéramos decir que pertenece en cierto modo a la Humanidad, si para todos tuviese la misma significación esa palabra». Ni la tenía, ni la tiene ni la tendrá.
Y para contagiar entusiasmo ha sido dado a conocer en la Diputación el programa cultural Cervantes por León, a cargo de Sofcaple, colaboradores e instituciones patrocinadoras. Bello título que admite dos interpretaciones: a/ al escritor aún nos lo podemos cruzar por la calle. Y b/ desde su Parnaso aboga por nosotros. Me quedo con ambas. Estén muy atentos.
Fernando de Castro habría considerado majadería supina titular lo suyo «El Quijote para todos y todas». En esto del entusiasmo, ay, ni pasarse ni quedarse corto.