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Publicado por
AQUÍ Y AHORA Cayetano González
León

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L o que estamos viviendo en los últimos tiempos con los continuos casos de corrupción que en su mayoría afectan, aunque no solo, al PP, recuerda mucho al escenario que se dio a mitad de la década de los 90. En aquellos años sucedió lo mismo pero en ese caso con el PSOE y tuvo como corolario el desalojo del poder de Felipe González y los suyos en las elecciones de 1996, que fueron ganadas por el PP de Aznar con la regeneración democrática como gran bandera electoral. Por lo tanto, parece pertinente plantearse la siguiente pregunta: ¿y lo de ahora puede acabar con Mariano Rajoy y el PP fuera de la Moncloa? La respuesta no es fácil, aunque vamos a intentar apuntar algunos datos que ayuden a formularla. Por un lado, el PP ha tenido la suerte de no tener enfrente una sólida oposición. El PSOE está inmerso en una profunda crisis ideológica y de liderazgo y Podemos ha optado por el espectáculo en la calle y el casi nulo trabajo en las Instituciones. Su última «ocurrencia» de anunciar una moción de censura que no cuenta con ningún apoyo parlamentario importante. En ese contexto, Rajoy va sorteando como puede los diversos obstáculos que le surgen en el camino. Está a punto de cerrar un acuerdo con el PNV para aprobar los presupuestos de este año, lo que le daría bastante oxígeno para alargar la actual legislatura todo lo que quiera. En cuanto a los casos de corrupción que afectan a su partido, su discurso no se mueve de las coordenadas de que con su gobierno la justicia está actuando de manera independiente y que «el que la hace la paga». El problema no es que Rajoy pueda salir vivo de esta cascada continua de casos de corrupción que afectan al PP. La cuestión es que el clima y la atmósfera se está volviendo cada vez más irrespirable y el hartazgo ciudadano hacia la clase política, no solamente no disminuye sino que va en aumento. Cosa distinta es que el castigo electoral a los partidos acosados por la corrupción, e insisto que no es sólo el PP, no sea el que seguramente se merecerían y en ello, habrá que decirlo claramente, algo de culpa tendrán los ciudadanos que siguen votando a esas siglas pase lo que pase. Eso no obsta para recalcar que la corrupción tiene su origen en las personas y que su erradicación tiene mucho que ver con el comportamiento moral y ético de las mismas, estén o no en la vida pública.

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