Renovarse o morir

«Como gane Pedro, se acabó el PSOE», avisan los susanistas. No está mal la frase para una facción socialista que auspició un golpe de mano claramente antiestatutario —es decir, antidemocrático— el pasado 1 de octubre para forzar la dimisión del secretario general porque defendía estrategias distintas de las que abrazaba el sector afín a la presidenta andaluza, y ha impulsado la permanencia irregular de una gestora durante ocho interminables meses al frente del partido en lugar de convocar de inmediato un congreso como era preceptivo. Porque, con toda evidencia, cuando un candidato trata de descalificar al adversario con el argumento de que el que está enfrente representa el caos y el crujir de dientes, se está saliendo de los cauces de la democracia convencional. Es difícil de entender que quienes intentan tan burdamente librarse de la competencia y eliminar al contrario no vean que la militancia, que es la que finalmente tomará la decisión que proceda, se irrita al asistir a estos enjuagues. A una marrullería de partido viejo que, si no se renueva, seguirá el paso hacia la nada del PS francés.