Diario de León
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Alejandro Campillo Pestaña Presidente del Consorcio Tren Turístico Ponfeblino
León

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C uando en el valle del Sil nadie se imaginaba el fin del carbón, allá por 1968, un grupo de lo que hoy llamamos sociedad civil se presentó en la sede parisina del Ministerio de Transportes para evitar el cierre total de la línea férrea del Vivarais, en el departamento suroriental del Ardeche. Los funcionarios del Ministerio trataron de locos a los entusiastas del ferrocarril que desde el valle medio del Ródano acudían a la capital a solicitar que se les cediera la línea, «para jugar a los trenes» en palabras del personal del Ministerio. Tras un breve tiempo de incredulidad y vacilación, Jean Chamant, ministro de Transportes en el último gobierno del General De Gaulle accedió a las demandas del grupo de chalados.

Fue así como la agrupación de Salvaguarda y Gestión de Vehículos Antiguos se quedó con la treintena de kilómetros que separan Tournon de Lamastre, además de todo el material motor y remolcado que había en la línea.

Hoy el valle del Doux es un destino turístico de importancia tras 40 años de trenes estivales que recrean el sabor de antaño, y a la pandilla de chalados se les ha unido el Consejo General del Ardeche y el Consejo Regional de Rhône-Alpes, así como operadores turísticos privados. Durante los años de gestión por parte de la asociación sumaba una media de 55.000 viajeros anuales, en 2014, tras unos años de cierre para reparaciones de envergadura, alcanzó los 58.000 viajeros.

Mientras tanto en la España de 2017, o mejor dicho en la Castilla y León de 2017, es imposible que el Gobierno autonómico trámite la resolución de una concesión administrativa que ponga un ferrocarril en manos, no ya de un grupo de chalados, sino de una entente de administraciones que desean explotar un patrimonio público que no deja de degradarse día tras día.

Y aprovecho estas líneas para recordar que, por estas fechas, el 10 de mayo de 1980, el correo de la MSP, el último tren regular de viajeros con tracción vapor de Europa occidental dejó de prestar servicio, pero ni con esas el valle del Sil dejó de ser visitado por entusiastas británicos, alemanes e incluso japoneses, hasta el fin del vapor en 1989. Si antes de la era digital ya teníamos turismo, internacional incluso, ¿por qué no lo aprovechamos hoy?

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