cartas al director
No pasarán
A ún hoy se sigue hablando del partido de fútbol que enfrentó al Real Madrid y al Atlético de Madrid, es decir del partido cainita que una vez más llenaba el estadio y los bares de toda España, parte de Europa e incluso alguna de las partes del mundo.
Una vez más nuestro país se dividió en las dos Españas de toda la vida. Por un lado jugaba el Real Madrid, símbolo indiscutible de la España conservadora, mientras que enfrente, en pugna por echarse de Europa, se alineaba el Atlético de Madrid, símbolo de una España liberal y obrera a cuya afición sólo le faltaba desplegar la famosa pancarta del «no pasarán».
Fui incapaz de bajar al bar para ver cómo dos equipos hermanos, habitantes de la misma ciudad se disputaban el pase para la final de una Europa que vive en paz, pero pasase lo que pasase, no deja de ser un partido llamado en España eufemísticamente derby.
No sé para ustedes, pero para mí la gran palabra derby aplicada a este partido de fútbol, esconde tras de si algo que va más allá del deporte, algo que por así decirlo, está arraigado en los corazones de los seguidores de cada equipo, y que para mí no se trata de otra cosa que de una rivalidad ideológica, en donde esta rivalidad asume el peligro de mezclar deporte y política, y así tenemos ya garantizado el morbo del partido.
Ya, pero, podría decir alguien, hay ciudades en Europa que también albergan la rivalidad de dos clubs de fútbol punteros, como pueden ser Manchester o Milan.
Y es cierto me respondo yo, pero en los países a los que pertenecen estas ciudades no ha habido, así de claro, una guerra civil en los últimos 100 años, ni se puede hablar hoy en día de los dos Reinos Unidos ni de las dos Italias, mientras que en España se habló y se sigue hablando de las dos Españas.
Así que, por favor, para otra vez que vean un derby español y más si hay algo importante en juego, recapaciten e intenten separar la política del deporte y comprobarán que eso del partido del año o del siglo es una bobada que nos han querido vender y que no hay motivo para seguir hablando del evento mucho más que lo justo antes de llegar a hacerse mala sangre.
Fernando Díaz Fernández. león