Recuperación y corrupción
L a semana pasada, el Círculo de Economía de Cataluña celebró su reunión anual en Sitges. Con tal ocasión, este selecto club, que constituye una referencia intelectual y política de serenidad y buen juicio, recibió al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, a quien instó a acudir al Parlamento español sin más remilgos, y a otras autoridades del Estado que acuden regularmente a hacer balance al calor de esta institución, pero también el Círculo ha manifestado sin ambages sus propias posiciones: ha calificado la corrupción como la mayor de las amenazas para la democracia y la recuperación económica, y ha exigido que se tomen con rotundidad medidas para erradicar de verdad esta lacra sin más dilaciones ni subterfugios; y ha puesto de relieve que el gran reto que debe afrontarse con preferencia sobre todos los demás es consolidar un crecimiento económico sostenible, que nos permita remontar del todo la crisis y restablecer al menos los equilibrios sociales anteriores a la gran conmoción.
Para ello, propone cuatro grandes objetivos: apostar decididamente por la educación y la formación para combatir el desempleo; reforzar la actividad exportadora; comprometerse con mantener el equilibrio de las finanzas públicas y racionalizar tanto la estructura impositiva como el gasto público; y apostar con intensidad y de manera estable por la investigación y la innovación.
Naturalmente, el Círculo de Economía de Cataluña solicita también un crecimiento económico más inclusivo —la lucha contra las desigualdades— y la consolidación del proyecto europeo, que es básico para el desarrollo continental y que debería ser uno de los grandes objetivos de la política nacional.
Escuchar estas evidencias, que fían el empleo a la mejora del material humano y por tanto a los incrementos de productividad y a las actividades de mayor valor añadido, y que consideran que el futuro pasa por la I+D y por el impulso a la exportación, produce una sensación agridulce: la de poder contar con grupos de opinión y de presión cabales que saben qué hay que hacer en este país, y la de echar en falta que diga estas cosas una clase política consumida por la corrupción y sobre todo atenta a sus propios problemas particulares.