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Publicado por
Manuel Arias Blanco profesor jubilado de Secundaria
León

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E n cualquier encuesta seria que se haga el empleo o el paro es la primera cuestión que se plantea y sobre la que más se incide. Es una preocupación lógica que quita el sueño a unos y desespera a otros, mientras nos perdemos en disquisiciones menores. No hay tertulia que se precie que no ponga el grito en el cielo sobre mil asuntos ordinarios, pero el escollo del paro queda detrás. Parece que solo de boquita se empeñan unos y otros en abordar el tema, porque no hay ‘tutía’ con sus posibles soluciones, a veces contradictorias.

Precisamente en una tertulia de la radio de personas muy cualificadas se abordaba el problema del paro y las discrepancias eran mayúsculas. No había manera de enderezar el rumbo hacia una salida airosa. Unos apelaban al reparto del escaso trabajo que se puede ofrecer; otros culpaban a la tecnología del abusivo paro; otros salían con una renta básica universal… Difícil papeleta para quienes buscan su primer empleo.

Cierto que no todo se puede achacar a la falta de educación o a su escasa preparación. Hoy más que nunca la gente joven está muy preparada: tiene estudios, másteres, domina idiomas… Siempre habrá una minoría que no quiere estudiar y está en su derecho de atenerse a las consecuencias. Pero ni una cosa ni la otra son garantía para el trabajo y el paro. Podemos afirmar de manera bastante fiable que una mayor preparación facilita el acceso al trabajo porque se abren más puertas, pero los hay listos sin estudios que también acceden al mercado de variadas maneras. Cuando daba clases ponía siempre el mismo ejemplo ante la manida protesta de muchos alumnos sobre la relación estudios y trabajo. Les decía que un médico puede hacer de médico y de barrendero, mientras que un barrendero —es decir, una persona sin estudios— solo puede acceder a esa profesión.

Dicho lo cual, hago una reflexión: el dinero es la madre del cordero en todo este tinglado. En la vida nos movemos a través del dinero y no hay salida buena sin este aval. Hasta aquí todos conformes. El dinero sale de una máquina que administran los tecnócratas. Es decir, por falta de dinero no sería el problema. Quizás lo más fácil sería hacer mucho dinero y repartirlo, de manera que nadie quedara a dos velas. Esto es pura demagogia, salvo en algún país árabe donde el petróleo da dividendos a todos los autóctonos. Lo normal es que incluso en esos países superricos la mayor tajada se quede en unas pocas manos y el resto ande a las tres menos cuarto.

Si repartiéramos el dinero, entonces nadie trabajaría. ¿Qué pasaría con la industria, la investigación, los alimentos, etc., etc…? Este planteamiento no parece el mejor. Quizás podíamos partir de una renta mínima para que nadie se sintiera desprotegido ni abandonado, con derecho a techo digno. Y a partir de aquí solo el trabajo nos distinguiría, con la condición de algunos topes salariales. Tampoco está muy clara esta limitación porque pueden alegar los interesados que ellos generan esos ingresos y por tanto tienen derecho a ellos. No sé. Pero hay casos sangrantes de cantidades multimillonarias que podrían dedicarse a estas carencias sociales de las que tanto se habla.

Lo cierto y real es que a medida que avance la tecnología la mano del hombre es menos necesaria y el trabajo queda reducido. Cuanto más avance un país habrá menos empleo y el poco que haya será muy cualificado. Es decir, se necesitan empleos de alta preparación. ¿Qué hacemos? No podemos estancarnos, no podemos inventarnos guerras, no podemos emigrar…Solo cabe repartir el poco pescado que haya y así todos vamos a sobrevivir. También es verdad que la tecnología, aparte de facilitarnos la vida, crea espacios de ocio y diversión. Para gozar de estos beneficios es necesario que haya un cierto poder adquisitivo. De nada vale inventar robots si no tenemos los medios para hacernos con ellos.

El futuro está ahí, a la puerta de la casa, en la primera esquina. No encajan bien los tiempos que corren. Si hasta ahora dábamos por bueno que la generación siguiente adelantara a la anterior en todo, no tiene sentido este retroceso de envergadura que estamos viviendo. Ahora la mayoría de los que acceden al trabajo apenas disponen de recursos para independizarse y menos para construir una familia con todas las garantías. Aquí falla algo. Podemos no prosperar, pero al menos debemos luchar por quedar a la altura de los mayores. De aquí para adelante. Son conquistas que no pueden retroceder bajo ningún concepto.

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