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Publicado por
al día antonio casado
León

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C omo estaba cantado, la moción de censura, presentada por Podemos contra Mariano Rajoy y a favor de Pablo Manuel Iglesias como eventual presidente alternativo, resultó fallida. Y conste que la valoración sirve no solo para la aritmética de los votos. También para el desenlace político de una iniciativa parlamentaria que no venía a cuento. En la sesión del martes el portavoz del PP señaló que la iniciativa estaba pensada para tener una sobredosis de ocupación mediática (cuota de pantalla) y en ese terreno tal vez han cubierto la expectativa. El problema es que la visibilidad ganada va a ser contraproducente porque se ha ganado para mal. Iglesias ha reventado la doctrina Mafalda («conocerme es quererme»), pues es verdad que va perdiendo posiciones a medida que se va dando a conocer.

Otro de los objetivos de la iniciativa era desgastar a Rajoy. Pero ha ocurrido todo lo contrario. Ha sido Rajoy quien ha desgastado a Iglesias con unas intervenciones demoledoras. Tanto como las del portavoz socialista, José Luís Abalos, o las del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que estuvieron a la par con el presidente del Gobierno en la tarea de reprobar la pretensión de Iglesias por echar a Rajoy y salvar la democracia. En las intenciones de Podemos habitaba el malicioso objetivo de poder en apuros a un PSOE en pleno proceso de renovación interna (las primarias que pasaron y el congreso que viene), pero apareció un portavoz, José Luis Abalos, sobrado de solidez, rigor y capacidad comunicativa, para articular un excelente discurso.

Abalos dividió su intervención en tres partes muy bien diferenciadas, que le sirvieron para presentar en sociedad lo que Sánchez llama «el nuevo PSOE». La primera, una dura y documentada reprobación del Gobierno Rajoy. La segunda, una inequívoca deslegitimación de la iniciativa de Iglesias (la calificó de «inoportuna, ineficaz y no creíble»). Y la tercera, algunas propuestas del PSOE alumbrado en las primarias. En definitiva, Iglesias Turrión no ganó entre otras cosas porque no se lo tomaron en serio los seguidores de Pablo Iglesias, fundador del socialismo español, ahora liderados por su flamante secretario general, Pedro Sánchez. Pero Sánchez ya había advertido que el PSOE no se sentía concernido ni poco ni mucho por una iniciativa parlamentaria más cercana a las artes escénicas que a la política.