Diario de León
Publicado por
SILUETAS gonzalo ugidos
León

Creado:

Actualizado:

L a quiebra de las certezas, la insoportable mediocridad de los líderes y la capacidad de obnubilación de los medios explican algunas buenas reputaciones sin fundamento. Porque no es oro todo lo que reluce y se erigen ídolos dudosos. El prestigio solía ser la excelencia proyectada sobre un público, pero ahora se ha impuesto una segunda acepción y significa la maña para embaucar a la peña. Prestigio viene de prestidigitador y de farsante. Hay gente que no da palo al agua, pero se lo curra en las relaciones públicas. Como decía Picasso de Duchamp «cada uno se gana la vida como puede» y hay tipos que se trabajan el prestigio con arte y engaño la mitad del año y con engaño y arte la otra parte. Pero culpables de su falso prestigio lo somos todos si callamos.

Ha habido —y hay— demasiados prestidigitadores para privilegiar a uno solo, pero Pedro Sánchez me lo ha puesto a huevo. Uno de los momentos estelares del 39º Congreso del PSOE fue cuando, para no tener que pensar, Pedro Sánchez citó al gurú Peces-Barba para apuntalar la idea de la plurinacionalidad española. Entonces supe que el renacido César socialista ni había conocido al personaje ni lo había leído. No se perdió gran cosa. Tuve la desgracia de ser alumno suyo y de tener que soportar su inanidad intelectual, su arrogancia, su arbitrariedad y el humo de sus puros. Impartía en primero Derecho Natural y en quinto Filosofía del Derecho, pero examinaba de su propio libro sobre Derechos Fundamentales, un mamotreto prescindible que le servía para impartir clases narcóticas que consistían en la lectura de su libraco. Don Gregorio se ponía como una hidra si alguien lo interrumpía para una aclaración o una pregunta; o sea, que negaba a sus alumnos los Derechos Fundamentales que predicaba. Y se fumaba un puro.

Sin otros atributos que la buena suerte, fue uno de los padres de la Constitución, presidente del Congreso de los Diputados y Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo que se ganó a pulso el repudio de las propias víctimas. Una perla de su desfachatez intelectual fue cierta conferencia en la que dijo que a España le hubiera ido mejor si hubiera concedido la  independencia  a  Cataluña  y no a  Portugal  durante las revueltas que tuvieron lugar en el siglo XVII, «lo único malo sería que no se hubiese podido jugar el Madrid-Barça». Aquel bromista corto de vista tuvo buena reputación porque la peña —«ese monstruo», que decía Baudelaire— siempre está ávida de farsantes. La debilidad crítica de la sociedad española facilita la abundancia del postureo y de la impostura. El gran detective del falso prestigio es el tiempo, que ha descatalogado la obra del falso gurú que invoca Sánchez para proyectar su propio falso prestigio.

tracking