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león en verso

Un metro y medio para la vida

León

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Los mejores sueños, esos que dan de comer a todos los objetivos, circulan por la orilla de las carreteras, casi de perfil, para no molestar a las prisas, que corren a otro ritmo. No piden más que metro y medio de holgura, contra los codazos y el bofetón de la estela que deja un 100 por hora, las embestidas, los despistes del abuso del poder de posición. La visibilidad del ciclista está señalada por el vicio imbécil al que empuja la superioridad, el ponte para un lado, que paso, que hace aflorar la personalidad que quiere imponer un dominio, una conquista; como que el que circula con motor tuviera derecho de pernada sobre el lado derecho de la calzada. Las mejores etapas de la vida empiezan casi siempre al acabar las del Tour; a esa hora de fin de siesta, cuando la caravana de la Grand Boucle se retira de los Alpes, hasta mañana, y se inicia una hilera de persistencia entre las sombras de los álamos que hacen llevadero el calvario del atardecer, Órbigo arriba, hasta Rioseco, y vuelta por el Alto del 18. El ciclismo es una lucha contra uno mismo. Qué calado, qué alma, qué principio activo tendrá esta herramienta para rebuscar en los confines del espíritu, si la rueda pasa por ser uno de los mejores legados de la humanidad y la bici viene con dos; de serie. Aprieta y da pedal. Pero no dejan. También molesta. El porcentaje de detractores puede superar ya al de los dentistas del anuncio que recomendaban mascar el chicle con azúcar; los mismos que suelen recordar que vieron un día a un ciclista cruzar un paso de cebra y recortar por la acera, tal que la bici fuera el fórmula uno que muerde el piano en la trazada. La bici te lleva por el arcén del verano hacia cumbres insospechadas, en las que jamás habrías imaginado tener un encuentro a solas con el ácido láctico. No asoma mejor plan en estos días como cuaresmas que emprender una ruta al Gamoniteiro; o lanzarse al vacío en la Cobertoria mientras el aire te fortalece la psiquis mejor de lo que lo haría una ducha fría. Eso querrá decir que las piernas estarán preparadas para la Quebrantahuesos. El curso del ciclista está salpicado de retos mayúsculos. Como ese de ir y volver, al amparo de un metro y medio. Nada. Una zancada y pico; con bien poco se conforman; pues hay a quien le parece mucho.

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