¿Qué queda de Ermua?
E n estos mismos días de julio de hace veinte años, la sociedad española en general y la vasca en particular protagonizó una gran movilización cívica para pedir a ETA —era un imposible— que tuviera un poco de piedad y no matara al joven concejal del PP de la localidad vizcaína de Ermua, Miguel Ángel Blanco. ETA, que tenía ya la decisión tomada en el momento en que secuestró el 10 de julio al concejal, no escuchó ese clamor ciudadano y asesinó a Miguel Ángel dos días más tarde.
Pero aquella gran movilización social —conocida como el espíritu de Ermua— que se produjo en torno al asesinato a cámara lenta del joven concejal popular y que estuvo precedida por la alegría y la euforia que sintieron muchos españoles pocos días antes cuando la Guardia Civil liberó al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, supuso un antes y un después en la lucha antiterrorista. Aquellos miles y miles de españoles que salieron a las calles a gritar «Basta Ya» o «Vascos sí, ETA no» estaban trasmitiendo un mensaje de apoyo a las instituciones del Estado de Derecho: al Gobierno, a los jueces, para que se actuara con determinación y dentro de la ley para acabar con la banda terrorista.
Veinte años después de aquellos hechos, se puede afirmar que ETA ha sido derrotada policialmente, gracias sobre todo al excelente y constante trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado, pero ETA sigue viva políticamente. Las diferentes marcas de ETA están presentes en el Parlamento Vasco, en el Parlamento Foral de Navarra, en el Congreso de los Diputados y en muchos ayuntamientos del País Vasco y de Navarra. ETA nació en 1959 con un doble objetivo: la instauración de la República Socialista de Euskadi y la destrucción de España; y para intentar conseguirlos apostó por la vía de la violencia. Resulta incomprensible y no sucede en ningún país del mundo, que una banda terrorista que encarna un proyecto político totalitario, y por tanto incompatible con la democracia, pueda aprovecharse de ésta y estar tan plácidamente en las instituciones.
La pesadilla que supuso para todos, y sobre todo para sus potenciales objetivos, los crímenes de ETA, parece ser que ha llegado a su fin, porque la banda terrorista ha sido derrotada policialmente, aunque todavía no se ha disuelto y no ha entregado todas sus armas. Ahora habría que conseguir también su derrota política y otra cosa muy importante: hay que construir y contar la verdad de lo que ha pasado en estos últimos sesenta años: que ha habido un grupo terrorista que ha asesinado a 857 personas, todas inocentes, por el hecho de ser españoles. Que ha habido unos verdugos y unas víctimas. Y estas últimas siempre se merecerán nuestro afecto, nuestro reconocimiento y nuestra admiración por haber entregado su vida para defender nuestra libertad.