TRIBUNA
Más promoción de la violencia
E l lenguaje que usamos crea nuestra realidad. El lenguaje de odio, de revancha, de rechazo, de descalificación; el lenguaje obsceno, el violento, el humillante o despreciativo, acusador y condenatorio, está creando una realidad social de odio y rencores.
Los políticos (algunos políticos) han creado una fábrica de rencores y odio político, social y mediático. La fábrica expande su mercado y crea clima social, también ambiental, familiar y escolar. Los niños (para alguna ahora ‘criaturas’, claro, vienen del Creador) están creciendo y des-educándose en ese pasional caldo de cultivo.
La fábrica tiene ‘comerciales’ abundantes y poderosos, desde los partidos políticos (casi todos), TVs, prensa, sindicatos y colectivos ideologistas, desnortados y con el odio por bandera colorista.
La gran feria de todo lo anterior tuvo lugar en el Parlamento español hace unos días, y una segunda parte el fin de semana pasado en el congreso renovatorio. La lengua y los lenguajes utilizados difundieron a todos los vientos los productos de la fábrica; ¡tantos y tan diversos productos!
Me quedó uno especialmente revulsivo. Un aspirante con lengua melosa y lenguaje violentado, a ratos melifluo, suplicante, casi de rodillas o arrastrándose para pedir fuese aceptada su propuesta, que vendía con infinito engaño y descomunal trastienda, a un ausente que figuraba como presente. ¡Cuánto veneno en el rostro, lívido por el esfuerzo de contener su realidad! Y es que el lenguaje que usamos crea nuestra realidad.
Sr. Político, en la tribuna del Parlamento o del circo, ante un micrófono o ante auditorio, eres tu realidad y no puedes disimularla, enchaquetarla, repeinarla o melifluarla. Tu realidad te desborda por los ojos (ya sabes, ventanas…), por el rictus, por la boca y por todos los poros.
La fábrica está siempre produciendo. Esa fábrica no debe, jamás, bajo ningún concepto llegar a ocupar poder alguno porque infectaría de odiosa muerte a toda esta sociedad.
Ya hay una peste que hiede en muchos lugares de España.
Pero, ¡mira tú por dónde pica el ausente! Nada extraño, conociendo el percal. A los productos en oferta se agarran los sedientos (de poder). Y sedientos de poder jamás habíamos visto una pareja como la actuante. ¡Que la democracia nos libre y nos proteja!