Diario de León

TRIBUNA

Reflexiones sobre el suicidio de Miguel Blesa

Publicado por
José antonio garcía marcos psicólogo y escritor
León

Creado:

Actualizado:

E l fenómeno del suicidio es muy complejo y, como decía Albert Camus al comienzo de su libro El mito de Sísifo, es la cuestión fundamental de la filosofía. Ahora bien, una cosa es la Filosofía y otra bien distinta la Salud Mental. Desde hace ya tiempo, los profesionales de la Salud Mental discutimos sobre si existe o no el suicidio filosófico. Por suicidio filosófico entendería el de una persona que estando bien física y mentalmente y yéndole de forma adecuada las cuestiones relacionadas con el trabajo, con la economía, con la familia y con la vida afectiva llega un momento de su existencia en el que decide que es absurda, que no tiene sentido y comienza a idear un método letal para acabar con ella. En mi opinión, el suicidio filosófico no existe. Cuando una persona llega a la conclusión de que su vida no merece la pena vivirse es porque es víctima de un sufrimiento subjetivo difícil de soportar, un sufrimiento que puede ser un síntoma de una enfermedad o desequilibrio mental y no de un razonamiento abstracto y filosófico que le empuje a quitarse de en medio.

Como ya apunté en otro artículo publicado en estas mismas páginas (El suicidio: una tragedia cotidiana y silenciosa, 7/3/2017), la autolisis es un problema sanitario, no filosófico, y como tal debería mantenerse en ese ámbito aunque sea bueno que la Filosofía se interese por la Salud Mental y por la Salud en general. Bueno, en realidad ya lo ha hecho y de esa colaboración ha nacido la moderna Bioética que intenta marcar los límites de lo que se puede hacer en el campo de la Medicina.

Igual que a cualquier ciudadano de este país, me impresionó el suicidio de Miguel Blesa pero hay que recordar que ese día, posiblemente, se suicidaron otras diez o doce personas y sus fatales destinos quedaron solo en el conocimiento del juez que levantó el cadáver y de sus familiares más allegados. El suicidio de Blesa ha tenido una repercusión mediática inaudita porque representa la historia de un fracaso social y personal cuya responsabilidad la justicia debería aclarar cuanto antes pero, además, es un problema sanitario o de Salud Mental. Está claro que con su suicidio Miguel Blesa pretendía eludir el posible ingreso en prisión, ya había estado allí unos días y sabía lo duro que es, y acabar definitivamente con el acoso social al que estaba sometido cada vez que salía de casa. Pero, ¿había algo más? ¿Cuál era en realidad su estado mental? ¿Qué papel jugaba en su mente la culpa? ¿Había hablado con algún médico los días anteriores? ¿Estaba tomando alguna medicación psicotrópica? Todas son preguntas que pertenecen a su intimidad personal pero no hay que olvidar que el suicidio, además de ser una cuestión personal, es un problema sanitario que nos concierne a todos y, como tal, se debería prevenir lo mismo que toda sociedad desarrollada intenta prevenir los infartos de miocardio o de cáncer de colon.

Cada año se suicidan en nuestro país entre tres mil quinientas y cuatro mil personas y un número cinco o diez veces mayor lo intentan pero fracasan bien porque el método utilizado no ha sido suficientemente letal o porque alguien del entorno más inmediato del suicida logra rescatarle en el último momento.

Miguel Blesa, con su forma de gestionar Caja Madrid, provocó mucho sufrimiento entre miles de ahorradores que invirtieron en las preferentes sus ahorros y, sin duda, sus últimos días fueron un auténtico calvario. En mi libro El hacha bajo la almohada digo que la muerte del suicida es la peor de las muertes imaginables, sobre todo porque son muertes vinculadas a un gran sufrimiento y, además, ocurren en una tremenda soledad, sin poderlo compartir con nadie, ni siquiera con los más allegados a los que, por otra parte, el suicida intenta proteger para evitarles el trauma de ser los primeros en descubrir el cadáver. En el libro mencionado, relato un caso que conocí y que me sigue impresionando, a pesar del tiempo transcurrido. Me lo contó la familia del suicida en mi consulta a la que habían acudido buscando una explicación de lo ocurrido. Se trataba de un joven de unos veinticinco años. Un día decidió tirarse por una pendiente rocosa de la Sierra de Guadarrama. Ese mismo día, llamó a la Guardia Civil y les dijo que había visto un cadáver en el sitio que había elegido para quitarse la vida. Cuando la pareja de la Benemérita inspeccionaba el lugar, alguien desde lo alto les gritó: ¡Ahí abajo! y acto seguido se precipitó al vacío cayendo cadáver cerca de donde estaban los funcionarios de seguridad. Este joven padecía un trastorno mental que nadie de su entorno supo detectar y que le provocaba tal sufrimiento que pensó que el suicidio era el mejor alivio para el mismo. Como Miguel Blesa lo urdió todo para evitar a su familia el trauma de ser los primeros en encontrar su cadáver. ¡Cuánto sufrimiento y qué pocas posibilidades de aliviarlo!

tracking