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PANORAMA Charo Zarzalejos
León

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H ace algunos meses, Mariano Rajoy aseguraba que no había pensado en si iba a ser o no candidato para las próximas elecciones generales. Nada más arriesgado que especular sobre qué hará Rajoy, cuál será su decisión final y, según sus propias palabras, nos enteraremos «al día siguiente de que haya tomado la decisión». En su partido nadie rechista y si quiere volver a presentar no es previsible que se produzca resistencia interna alguna. Sin embargo, en política no basta con el buen ánimo personal, ni con la disposición a repetir experiencias. Son otros muchos factores, otras muchas circunstancias las que, en un momento determinado, pueden aconsejar una cosa o su contraria y Rajoy no va a ser insensible al momento político que se viva cuando llegue el turno de tomar decisiones.

Ignoro que hará finalmente el presidente. Lo que si parece claro es que ante los momentos convulsos, ante las incertidumbres que están en el horizonte más próximo y ante la batalla parlamentaria, que ya se pergeña para el nuevo período de sesiones, lo que no hará será esconderse. Rajoy, en solitario o en compañía de otros, tomará las decisiones que crea oportunas en relación a Cataluña. Si, como se especula, con no demasiado fundamente, con una nueva moción de censura, volverá de nuevo a tomar la palabra y protagonizar casi en solitario ese debate que Podemos desea pero que no acaba de cuajar y, sin duda, acudirá a la comisión de investigación del Congreso, en donde sabe que le van a crujir. Todo indica que estos acontecimientos irán acompañados de buenos datos económicos.

Si algo ha pretendido Rajoy, además de su obsesión más que justificada por sacar a España de la crisis, ha sido preservar a su Partido. Por esta razón, el pacto con Ciudadanos se firmó entre grupos parlamentarios, sin gaviotas por medio. Por ello se echó a la espalda la moción de censura planteada por Podemos y por ello acudirá a la comisión de investigación cómo si el PP hubiera nacido el mismo día que él.

A Rajoy no le falta ánimo. Es todo lo contrario a un hombre «quejica»; pero, insisto, el buen ánimo es necesario pero no suficiente para ganar unas elecciones, que dudo mucho se celebren en 2020. Tiene razón Pablo Iglesias cuando dice que Rajoy no se va ni con agua caliente. Precisamente el agua caliente, lanzada desde de la oposición, es el argumento más determinante para que, efectivamente, no se vaya. Pero, ¿saben?, tengo que ver que Rajoy repita.