El norte se mueve
M ás que verano, climatológicamente hablando, en el Cantábrico estamos teniendo un invierno suave. En Santander, el recién abierto Centro Botín va a suponer una transformación radical de la ciudad. La capital cántabra tiene un verano cultural de escándalo. La Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, pilotada extraordinariamente por su rector César Nombela, trae a la ciudad a los mejores pensadores y expertos en disciplinas que van de la ciencia a lo jurídico, de la literatura a la filosofía. Abre y ofrece a la sociedad el debate que la Universidad clásica ha arrinconado. La verdad es que es la Universidad la que se ha arrinconado ignorando a la sociedad de la que vive y a la que debería liderar. Hay lugares, como Laredo, donde hay tres corales de alto nivel, entre ellas la Coral Salvé, y una orquesta sinfónica. Ahora el espectacular Centro Botín, obra de Renzo Piano, pero, sobre todo, de la Fundación Botín, va a poner a Santander en el espejo nacional e internacional que mira el mundo de la cultura durante todo el año. Es un punto de encuentro y un espacio para la creatividad.
En Bilbao tienen el Guggenheim y eso es una tarjeta de visita para millones de turistas, una marca que ha puesto a la ciudad en el mapa mundial del arte. Pero hay otro excelente museo que había quedado oculto por el brillo del Guggenheim, el de Bellas Artes. El regreso de Miguel Zugaza, tras dejar el Museo del Prado al mejor nivel de su historia, se ha iniciado con una exposición descomunal, la colección de Alicia Koplovitz, ochenta y nueve obras que van de Goya a Picasso, Modigliani, Rothko, Zurbarán, Madrazo, Van Gogh, Gauguin, Antonio López, Juan Muñoz, Tapies, Gris, Calder... La lista es interminable y fantástica. A partir de ahora, este Museo va a rivalizar en interés con el Guggenheim y va a obligar a todos los que vayan por Bilbao a visitarlo.
Es bueno que las ciudades españolas —Madrid es un icono mundial, Barcelona o Málaga son un lujo cultural— destaquen por la cultura que une y que es universal. Si el Estado apoyara más estas iniciativas y las autonomías primaran el arte y nuestros grandes monumentos, seguramente estaríamos cambiando el modelo turístico español y, además de sol y playa, y de una cada vez más excelente cocina, nos visitarían más y mejores turistas todo el año. Más política cultural y menos política barriobajera y estúpida. Aunque siempre cabe la posibilidad de que venga alguno de ellos y expropie a Botines y Koplovitz. La cultura, como la libertad, siempre es peligrosa.