Diario de León

TRIBUNA

Ortografía y trabajo no tienen por qué conjugar

Publicado por
Manuel Arias Blanco profesor jubilado de Secundaria
León

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P or mucho que nos empeñemos estas dos aristas no se encuentran por ningún lado, aunque algunos se esfuerzan en buscarle los lados oscuros de tal relación. No es la primera vez que en Oposiciones se echa mano de la ortografía para descartar a muchos aspirantes a… La ortografía es una herramienta importante para la formación integral, pero hasta ahí. Desde luego su perfecto dominio no garantiza nada, a no ser que respalde una sólida formación y un exquisito dominio de una lengua. Todos conocemos mil anécdotas que llaman la atención sobre este dominio o flaqueza.

Ahora ha salido a la palestra la ortografía porque unos aspirantes a bomberos han sido apeados de la plaza por su desastroso examen ortográfico. ¿Qué relación hay entre ese dominio y la profesión? A mí no se me alcanza ninguna relación. Pero intuyo que puede servir para eliminar fácilmente a un grupo de opositores por la vía rápida. Poco ético parece este camino, si acaso como final de un proceso podría tener alguna leve explicación.

Tampoco veo ninguna relación entre ortografía y amor. En cierta ocasión me contaron que una chica había roto con su novio por la cantidad de faltas que ponía en sus cartas. No deja de ser una exageración este difícil nudo de amor y gramática. Creo que si hay amor no sería un obstáculo hacer ver al otro esa escasez y llevarle por la senda que le conduzca a un dominio suficiente de la ortografía. No es un lance imposible de superar sobre todo cuando hay amor en la lucha.

En mi profesión de profesor de lengua no se me caían los anillos cuando en ocasiones había que aprobar a algún estudiante brillante porque cometía excesivos errores ortográficos. Era una eminencia en informática y lo aprobé, aunque le reconvine para que mejorara esa faceta ya que podría tener con el tiempo ciertos problemas. Eso fue todo. Más adelante, es verdad, en un tribunal de oposiciones decidimos, ante la duda, que pasara un opositor y no otro debido a los errores ortográficos.

Ciertamente, la ortografía denota cierta dejadez e incultura, sea por falta de lectura o por abandono o por menosprecio. Y es cierto que penaliza en todas las materias y puede rebajar una calificación. Resulta gracioso el hecho de que un catedrático de universidad suspendió a un alumno con solo leer sus apellidos por la falta de dos acentos. Eso es llevar al desquicio este afán purista, máxime cuando hay personas que tienen problemas con la visualización de las palabras. Demos la importancia que tiene ser correcto, pero sin pasarse. Hay aspectos mucho más importantes, como expresarse con claridad, la coherencia, la lógica, las señalizaciones… Una falta ortográfica no deja de ser un borrón, pero quién no ha echado un borrón en su vida. Seamos coherentes y consecuentes con los aspirantes. Si vemos que hay capacidades suficientes para el desempeño de una profesión, no reparemos en cosas anecdóticas para echar por tierra una aspiración legítima. A veces, el estilo engolado o rebuscado hace más daño que cualquier falta ortográfica.

Siempre habrá defensores y detractores de la ortografía. Es cierto que son reglas que hay que cumplir, como en cualquier sociedad que se precie de democrática. Sería eso o el caos y entonces no llegaríamos a ninguna parte. Otra cosa es la consabida reforma o no de algunas cuestiones, como ya comenté en algún artículo pasado. Tampoco lo veo tan claro, al menos una reforma drástica. Quizás haya que estudiar algunos cambios que no modifiquen nuestra lengua esencialmente. Es una pena que una lengua que se ajusta tan bien a la fonética, al sonido, no encuentre los ajustes necesarios para que sea perfecta. O, quién sabe, no se encuentren esos acordes, a pesar del empeño de los académicos. En todo caso, hay que atenerse a las reglas y el camino no es tan difícil. De nuevo, la lectura nos avala.

Hay un escritor leonés de gran calado que ha tenido problemas con la ortografía según confesó él mismo. Y eso no le ha restado ni un ápice en su gran hacer. Quizás la visualización de ciertas palabras se le atragantaba y no por ello fue menos artista. Seamos benévolos y hagamos hincapié en la necesidad de leer y conocer el vocabulario en su más amplio repertorio. Pero sin anatemas.

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