Diario de León
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LA GAVETA CÉSAR GAVELA
León

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A ngel Pestaña recién instalado en la ciudad, al terminar la primera guerra mundial. Anarquista consecuente y hombre de bien, nacido en la aldea ponferradina de Santo Tomás de las Ollas. Hombre de vida respetable, elegante ciudadano de Barcelona, diputado en el Congreso por la provincia de Cádiz.

Ramón Carnicer, villafranquino que se instaló en Barcelona en el otoño de 1939, dos años después de la muerte de Ángel Pestaña. Ramón, que iniciaba así un vínculo muy extenso y fecundo con la gran capital de Cataluña. Ciudad a la que dedicaría dos reveladores libros que rescataron a dos barceloneses del olvido: Pablo Piferrer y Mariano Cubí. Ramón Carnicer que, en sus libros, evoca la memoria de otros bercianos que vivieron en la ciudad antes que él, y a los que llegó a conocer. Como Enrique de Antón que fue periodista y profesor universitario, y que murió en 1971.

Ramón Carnicer vivió una vida plenamente barcelonesa, sin dejar de ser nunca el berciano que era, el ferviente leonés, y el español patriota y de izquierdas. El hombre universal que viajó por todo el mundo y que fue un pionero de la ecología. Y que siempre llevó a su tierra natal en el corazón, como bien prueban sus novelas y cuentos. Ramón es el berciano central de la Barcelona del siglo XX. Cuya larga amistad con Carlos Barral — que fue alumno suyo—, con Jaime Gil de Biedma, con Gabriel Ferrater y con una muy larga nómina de literatos, médicos, juristas y gentes de todo tipo y profesión, lo configuran como un perfecto berciano catalán. Ejemplo de compromiso con la tierra natal y con la tierra de adopción. Antonio Pereira, al que acompañó Ramón Carnicer un día de los años 60 del siglo pasado al despacho del director de La Vanguardia, como acto previo a la labor de Pereira como columnista del gran periódico barcelonés. Que durante unos años tuvo dos colaboradores que habían nacido en Villafranca del Bierzo. Algo bastante insólito.

Juan Carlos Mestre, joven estudiante en Barcelona en los albores de la transición. Y que redondeaba sus modestos dineros vendiendo recuerdos de la ciudad a los turistas que llegaban en barco al puerto de la ciudad. Mestre, que también es hijo, como poeta y periodista, de sus años catalanes.

Luis del Olmo, la voz más famosa de las ondas españolas durante muchos años, y que hablaba a todo el país desde Barcelona. Desde aquella ciudad cortés que siempre acoge —ya lo dijo Cervantes— por mucho que gentes inciviles traten de sembrar ahora la discordia y la división desde las imposibles armas del incumplimiento de la ley, piedra angular de toda democracia. Y muchas personas más, anónimas, tantísimas, que han construido la Barcelona berciana. La ciudad que para ningún leonés es ajena, ni siquiera distante. La ciudad donde tantos viajeros hemos conocido la felicidad. Y la alegría. Y a la que estamos ahora más unidos que nunca.

CÉSAR GAVELA xto

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