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aquí y ahora manuel alcántara
León

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L levan los incendios de un lado para otro porque han ganado terreno, mientras Barcelona se ha convertido en la capital del dolor. Viven en Cataluña más religiosos musulmanes que católicos, creyentes o no. Por eso se edifican más mezquitas que capillas. Un exagerado concepto de la hospitalidad ha hecho que la doctrina salafista sobre el tema se predique más que el Evangelio.

De todas las regiones españolas, ahora atareadas en discutir si son una nación o una nación de naciones o un pueblo de catetos rebeldes, las hospitalaria Cataluña estaba batiendo el récord de acogida cuando le llegó la hora más dolorosa, con el atentado mejor perpetrado de los últimos tiempos en España.

La matanza yihadista del pasado jueves pudo ser mayor porque los terroristas había habían almacenado docenas de bombonas de butano en la casa ‘okupada’ de Tarragona convertida en un polvorín, que estaba situada en la localidad de Alcanar.

Desde dentro no podían oírse los gritos de las más de 100.000 personas que clamaban ‘No tinc por’. Como señal de valor es emocionante pero no es verdad.

A los asesinos hay que tenerles miedo. Mucho miedo, porque son capaces de todo aunque no consiguen más que amedrentarnos.

Barcelona no instaló bolardos, como pedía el Ministerio de Interior. Es cierto lo que dice el conseller de la Generalitat y lo que se calla la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, porque no se pueden blindar todos los posibles objetivos de los asesinos que quieren morir matando.

El volcán trasladable, según algunos, nació en el barrio de El Raval, en el corazón de la Ciudad Condal, donde residen unas 40.000 personas y hay seis mezquitas. Muy, muy pocas, si se tiene en cuenta que en Cataluña hay más de 80.

Allí se leen pasajes del Corán en muchas mezquitas y no se reconoce más guía de conducta que la ‘sharia’ que llaman ley islámica los que no respetan las leyes del país que los acogió.

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