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TRIBUNA

Llegadas a León de la Vuelta Ciclista a España

Publicado por
Pablo Fernández Campillo
León

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Q ue el paso de una Gran Vuelta es un escaparate turístico de primera categoría para cualquier población hoy día no es ningún secreto. De la misma manera, corría el año de 1945 cuando nuestra ciudad se engalanaba como podía (modestamente, dados los tiempos) para recibir por vez primera a la ronda española, que por entonces tenía lugar en el mes de mayo debido a las penurias que atravesó el Giro de Italia durante la Segunda Guerra Mundial.

Aquella etapa (que partía de Gijón a primera hora de la mañana del 29 de mayo) fue seguida con atención por una prensa local que, como no podía ser de otra manera, dedicó una de esas vibrantes narraciones periodísticas que hacían afición y trasladaban al lector las más heroicas gestas del deporte.

No es de extrañar que, por las fechas, el entonces pequeño pelotón fuera recibido en la cima del Pajares por una penosa climatología que complicó más aún la primera ascensión seria de la escabrosa cota. A pesar de ello, los corredores coronaron entre numerosos leoneses que hasta allí se habían acercado en coches y bicicletas.

Cuentan las crónicas que, tras el café raid de turno para reponer fuerzas con algo de leche cortesía de los dueños del Hotel Valgrande que allí se emplazaba, enfilaron los fugados por la Cuesta de San Roque, Puente de Alba y Rabizo.

A un tren endiablado, con «velocidades de hasta 35/40 km por hora», los corredores perseguían la meta de la avenida de José Antonio (hoy Gran Vía de San Marcos) que alcanzaría en primera posición y tras un ajustadísimo sprint el legendario Julian Berrendero.

Venció aquel día el ídolo del pueblo, tras 5 horas 33 minutos y 44 segundos sobre su bicicleta, ovacionado por una muchedumbre en la que estaban tanto los pobres como los ricos de aquel León, y es que parte de la belleza del ciclismo reside en que este nunca le exigió ni una peseta al aficionado para poder contemplar las mejores hazañas de sus ases.

A fin de agasajar a los corredores durante su estancia en la ciudad, el antiguo Bar Cantábrico se encargó de ofrecer un ‘lunch’ esa misma tarde, obsequiando con una botella de coñac Monterreal a tres de los ciclistas más destacados.

Entre ellos, claro está, el flamante ganador de etapa madrileño, que ya llevaba años batiéndose el cobre en mil batallas con campeones de la talla de Gino Bartali.

En los años siguientes se repetiría meta en nuestras calles, destacando el papel protagonista del añorado Senén Blanco quien, como señalaban los medios, dejó alto el pabellón de la tierrina, siéndole entregado por ello un premio especial en metálico en la edición de 1947.

Sin embargo, el año más tristemente recordado por los leoneses sería el de 1957 cuando, a pesar de la ilusión con la que se esperaba a los Bahamontes, Loroño y compañía, la nieve obligaría a suspender la ascensión a Pajares (como había sucedido el año anterior) y también la etapa que tenía que llegar a la capital.

Como ven, las condiciones extremas de nuestras montañas nada tenían que envidiar por entonces a las de Alpes y Dolomitas en el Giro, donde tantas otras nevadonas labraron la leyenda de la Corsa Rosa.

Este año la Vuelta ni siquiera pisará las carreteras de la provincia y, aunque muy recientes quedan en el recuerdo momentos como los vividos en La Camperona y Cistierna, León echará de menos a la serpiente multicolor. Tome nota a quien le corresponda…