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Publicado por
el mirador Manuel Alcántara
León

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L a Guardia Civil se ha incautado de nueve millones de papeletas, pero le queda el papelón último. El orden constitucional se ha substituido por el desorden mientras la alcaldesa de Barcelona llama al «pueblo catalán» a tomar la calle, sin tener en cuenta que las calles están repletas y no cabe un alfiler que no le esté pinchando a alguien. La señora Colau quiere reclutar a más gente para convertir su golpe de Estado en un golpe de estadio, mientras Rajoy advierte al Govern de que no sigan adelante porque a un paso más está el precipicio. Jamás diré eso de «¡qué asco de país!» porque es el mío y el de mis mayores, aunque también murieran de asco algunos, separados por los alambres de las trincheras.

Neutralizar la consulta ilegal del referéndum puede costar trabajo, pero no debe costar sangre. Detenido el equipo del vicepresidente Junqueras, que quería ir demasiado lejos de sus posibilidades, hay que emprender tareas de reconstrucción aunque sea con materiales de derribo, y aunque Puigdemont hable de «un estado de excepción», confundiéndolo con lo que es excepcional. La gente quiere vivir en paz, ya que la llamada «gracia de Dios» está muy mal repartida. Insiste Rajoy en que no habrá referéndum, mientras advierte al Govern de la Generalitat de que todavía están a tiempo de evitar males mayores.

La gente normal, que no sé quién es, aunque escribo para ella, y es la que me importa, sigue haciéndose preguntas. ¿Y si Pablo Iglesias no fuera el líder que algunos buscan?

El resentimiento dificulta incluso a algunos legítimos sentimientos. Hay que volver la vista atrás, pero evitando la tortícolis histórica. No sabemos si intervenir las cuentas de la Generalitat es una solución, pero sabemos que si se busca bien siempre se encuentran soluciones. Duran lo que duran. Como cada uno de nosotros.

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