Deriva hacia una locura colectiva en Cataluña

Cuando falta apenas una semana para el 1 de octubre la situación de Cataluña se hace más insostenible cada día que pasa. Resulta inadmisible e injustificable que se utilicen todo tipo de recursos desde las instituciones públicas para impulsar un enfrentamiento civil como no se había vivido en la democracia española y para plantear un desafío a la legalidad y a la convivencia que tiene unas consecuencias que ya se hacen imprevisibles.

La sociedad debe apoyar a sus órganos judiciales y al Estado de Derecho para que actúen, en el monopolio de la fuerza que les otorga la Constitución, para garantizar la normalidad en el país, porque empieza a ser comprensible que en determinados ámbitos de la sociedad, como pueden ser muchas personas mayores, existe un creciente temor a que la situación no se reencauzará fácilmente.

El 1-O no puede permitirse ni siquiera una pantomima de votación. El Gobierno, con el respaldo de los partidos que sí creen sin trampas en la democracia y en la libertad de todos, debe intervenir en todos los frentes necesarios para combatir lo que ya se considera desde la Fiscalía como sedición.

El 2-O se abrirá una etapa de reflexión, debate y búsqueda de soluciones. Pero hasta entonces es importante que la sociedad exhiba la mayor unidad posible frente a tanta intolerancia de quienes desde una minoría muy ruidosa pretenden imponernos su voluntad a todos. La democracia tiene sus normas y para votar existen unos requisitos irrenunciables e irreemplazables. España debe superar este chantaje basado en falsedades con bastantes lecciones aprendidas para el futuro.