Cuesta abajo
L as elecciones alemanas han confirmado que la socialdemocracia en Europa está atravesando los peores momentos de su historia reciente. El 20% en las elecciones alemanas después de haber sido el partido del Gobierno y durante tantos años la alternancia en el poder raya en el descalabro. Ni siquiera con Martin Schulz, el líder de la izquierda que desde la presidencia del Parlamento Europeo más descolló en los últimos tiempos en la política continental, el partido consiguió capitalizar el cansancio de Angela Merkel ni menos aún los malos recuerdos de la crisis económica, algo que valiéndose de su repugnante xenofobia si ha conseguido la extrema derecha.
Pero lo ocurrido en Alemania el domingo ni siquiera es un ejemplo o un aviso de la cuesta abajo en que la socialdemocracia ha entrado. La pérdida de influencia como alternativa y los malos resultados en las urnas ya se venían repitiendo uno tras otro en los principales países de la Unión. Quedan muy lejos aquellos tiempos en que en el Reino Unido gobernaban los laboristas de Tony Blair o Gordon Brawn; en Alemania Schröeder, en España Felipe González o Zapatero; en Itaia, Prodi; en Portugal, Soares o Sampaio; en Francia, Holande; en Grecia, Papandreu, etcétera. Precisamente fue en la Grecia de Papandreu donde la socialdemocracia sufrió el primer gran batacazo hasta el extremo de quedarse reducido a un partido testimonial. En el resto de los países sus dirigentes no supieron frenar el deterioro ni aprovechar la oportunidad que les brindaba reaccionar ante la gestión de la crisis que estaban liderando con graves costes sociales los partidos conservadores. Y menos aún logró hacer frente a la pujanza del descontento que estaban tutelando las organizaciones populistas.
Apenas en Portugal donde los socialistas consiguieron el respaldo de los otros partidos de izquierdas, sigue en el poder. En el resto de los países o poco menos que ha sido borrado del mapa político, como en Francia, o se ha perdido en la melee del ‘brexit’ como en el Reino Unido, o divaga participando en precario en algún Gobierno o, como está ocurriendo en España, buscando recolocarse en un espacio que no acaba de encontrar.
Las razones de esta crisis son varias y quizás entre todas ellas la clave esté en la ausencia de buenos líderes capaces de asumir con éxito la herencia de las generaciones que con figuras de la Talla de Billy Brant, Miterrand, Olof Palme, Felipe González, Mario Soares, Delors o Blair les precedieron. La otra radica en la falta de acierto con que desde la izquierda moderada supieron evolucionar y adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos. Algunos de estos líderes parece que siguen sin enterarse que hacer política no consiste solo en ganar elecciones, el progreso social depende de otros parámetros.