Diario de León

HOJAS DE CHOPO

Elogio del aburrimiento

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Dicen que el otoño es la estación de la melancolía. De ser así, sospecho que algo tendrá que ver el fin del verano, luminoso y rutilante: la vuelta a la normalidad, después de cierta relajación e informalidad provocadas por las vacaciones. Playa, montaña, pueblo en este país que más pronto que tarde carecerá de pueblos, según análisis provechoso que hace el periodista Sergio del Molino en La España vacía, a la que, en nuestro caso provincial habría de añadirse la idea de ruina. Terraza, chiringuito o conversación de caña sin estrictas sujeciones horarias. Y ahora resulta que la rutina encorseta buena parte de nuestra vida.

Releo el delicioso librito de R. L. Stevenson, En defensa de los ociosos, que no otra cosa viene a ser que un elogio del aburrimiento. Contextuando las circunstancias históricas, con el aburrimiento como una de las prohibiciones del capitalismo, propongo a la consideración del lector esta idea de Stevenson: «La supuesta ociosidad, que no consiste en no hacer nada, sino en hacer muchas cosas que no están reconocidas en las dogmáticas prescripciones de la clase dominante, tiene tanto derecho a exponer su posición como la propia laboriosidad». Es verdad que no nos han educado con esta conciencia y difícilmente se hace en la actualidad. Que se lo pregunten a los niños, que suman a las tareas propias las añadidas por necesidad, gusto o moda.

Los italianos han canonizado la idea con la conocida frase «il dolce far niente», que he practicado con entusiasmo este verano y que tiene una aplicación práctica y plástica entre nosotros cuando hablamos de caminar/pasear sin rumbo. Posiblemente ambas expresiones nos enseñen una de las lecciones magistrales de la vida, prescindir de las cosas y los datos inútiles. Magnífica de fondo e intención, a mi juicio, la exposición que hace tres años tituló Uriarte «Útiles inútiles». Y es que el aburrimiento, aparentemente inútil, es una fortaleza. Porque incita al pensamiento, fuera del habitual corsé, y permite estar dentro de uno mismo. Porque provoca la imaginación, y los vuelos de la imaginación siempre se convierten en uno de los sustentos de la propia existencia, incluida su vertiente científica. Sin la imaginación y los sueños sería más difícil vivir.

Hay otras muchas razones para el elogio del aburrimiento. Queda espacio para las añadiduras personales del lector. Acabo pensando que sería más recomendable aburrirse un poco más. Buenos días.

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