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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Entre unas cosas y otras, acojonaítos nos tienen, y perdonen por el palabro. Ahora mismo España es un drama en mil actos, trufado de crecientes desafíos independentistas, gentes de toda clase y condición que se han ido dejando el honor por el camino y unos politicastros que llevan la cruz en el pecho -identitaria o lo que demonios signifique eso-, pero el diablo en los hechos. Porque el gran problema, obviando esos desvaríos separatistas que hemos presenciado con gran congoja y no poca vergüenza ajena, sigue siendo la cuestión económica y el buen uso de los fondos correspondientes al erario público. Nominalmente al menos, democracia es el gobierno de los pobres, y puesto que nos tienen resquebrajada la hucha del cerdito, habrá que volver la vista a la tradición para comprobar cómo se las apañaban nuestros abuelos cuando comenzaba a escasear la intendencia básica que requiere el bienestar de cualquier ciudadano. No lo digo yo, sino las sucesivas cifras que parecen salidas de la retorta de un alquimista.

Esas que afirman, por poner un ejemplo, que en Empleo disponen de un 40% menos de presupuesto que en 2010, o que peligran las bonificaciones a la contratación. Pues bien, hace cien años y ante una coyuntura tan brava se ponía en marcha a principios de otoño la “olla de los pobres”, destinada a las clases menesterosas y también a los obreros desocupados que se veían forzados a echarse en brazos de la caridad. Más o menos por San Froilán el Diario de León de principios del siglo XX recordaba a las autoridades locales la inminente llegada del crudo invierno, momento en que el Ayuntamiento debía mover sus fondos para ayudar al vecindario más desfavorecido. La dádiva no es que fuera gran cosa, apenas unos pucheros de potaje para el condumio popular, pero servía al menos para atajar de alguna manera el cáncer social del hambre. Utilizar la ideología como campo de batalla y confrontación ha dado forma a una España que está mal, fatal y hasta peor. Un país sanchopancesco saturado de manipuladores y predicadores que nos encaminan hacia la olla de los pobres.

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