La realpolitik pisa fuerte
T al vez es pronto para concluir que la realpolitik se ha impuesto en Cataluña de manera definitiva pero lo que es evidente es que el ejercicio de la política basado en intereses y no en ideales se está abriendo paso, pisando fuerte.
Simultáneamente, se observa algo no menos llamativo: los líderes que más salen en televisión y que dominan las redes sociales no están siendo los más influyentes ni los más resolutivos en estos momentos decisivos en Cataluña.
Si ahora contabilizásemos en Google o en cualquiera de las grandes redes sociales las referencias de figuras como Angela Merkel, Mario Draghi, Isidro Fainé, Luis María Linde, Luis de Guindos e incluso Artur Mas al procés, ninguno de ellos encabezaría ningún ranking. Por el contrario, si hiciéramos el mismo ejercicio con Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Carme Forcadell, Soraya Sáenz de Santamaría, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart o Josep Lluís Trapero veríamos que son los grandes protagonistas, más incluso que Mariano Rajoy o Felipe VI. La realpolitik sitúa en cambio a los primeros como los realmente influyentes.
En Cataluña no sucederá nada que se escape al control de Angela Merkel ni de Mario Draghi. Basta ver lo que hizo Isidro Fainé con CaixaBank —la primera entidad financiera doméstica de España— y Gas Natural Fenosa para comprobarlo. Pero ninguno de ellos ha dado explicaciones sobre una serie de medidas financieras y empresariales que han dejado al independentismo paralizado. Frío. Tanto es así que Artur Mas, el político que puso a Puigdemont al frente de la Generalitat, dice ahora que Cataluña no está lista para la «independencia real».
¿Se reduce todo al traslado de la sede social de una larga lista de bancos y empresas catalanas, entre ellas Caixabank, Sabadell, Gas Natural Fenosa, Agbar y Criteria? No. Lo que sucede es más profundo y tiene que ver con la viabilidad de una Cataluña independiente. Fuera de la Unión Europea y de la tutela del Banco Central Europeo, los catalanes vivirían peor. La estrategia inteligente para los unionistas no es la policial, ni siquiera la judicial, es la económica. Porque es ahí donde se encuentra el verdadero valor compartido entre Cataluña y España: el dinero. A ojos de los idealistas y románticos —de uno y otro lado— puede parecer triste y desolador, pero es algo tan real como la vida misma. Como la realpolitik.