El respaldo
L a butaca siempre fue incómoda porque nuestras espaldas son más grandes que ella. Todos están de acuerdo en que lo mejor para salir de esta situación hubiera sido no entrar en ella, pero la verdad es que ya estamos dentro.
El Partido Popular y el PSOE se han concedido dos semanas para aplicar el artículo 155, a condición de echarle la adecuada cantidad de sifón o de agua de borrajas.
El Senado no lo aplicará hasta finales de mes porque espera que en ese plazo se convoquen elecciones, pero Puigdemont, al que no le importan los ultimátum porque sabe que después del último vendrán otros, amenaza con votar la independencia en el Parlament.
¿Qué puede ocurrir en Cataluña que ya no haya ocurrido? Cerca de un millar de empresas la han abandonado y hasta el Banco Sabadell prepara el traslado a Madrid de su directiva por lo que llaman «inseguridad jurídica».
Nadie en la Unión Europea reconocería nunca la independencia de esa región que se empeñó en ser una nacionalidad a contra historia y también a contra corriente.
El ritmo de la desbandada sigue creciendo. Los que llevan la cuenta dicen que ya se han fugado 1.185 empresas. No vale la pena, que es de todos, retener en la memoria la cifra. Variará cuando volvamos a mirar en nuestro reloj la hora de España.
Es el momento de tomar decisiones, si no queremos irnos a tomar por otro sitio, que como dijo aquel legendario locutor, el pudor me impide nombrar. El buen hombre estaba describiendo la sucinta indumentaria de no sé qué tribu y dijo que los nativos llevaban «una especie de tapacojones de cuero» y no hizo falta más detalles.
No es fácil acertar con la palabra y Juan Ramón Jiménez le pedía a la inteligencia que le diera el nombre exacto de las cosas porque era la mejor manera de ir por el mundo. Europa está a favor de una España unida.
Nadie reconocería en ella la independencia de Cataluña, pero hay que frenar al secesión que acaudilla el aspirante a martir Carles Puigdemont.