TRIBUNA
Castiespaña versión catalana
E n mi opinión desde hace ya mucho tiempo existe un debate sobre lo que es y significa España. Los leoneses hemos defendido y proyectado un concepto que se resume en «unidad en la pluralidad». El mismo se ha contrapuesto con otro que se vincula más a la uniformidad y que en el libro de Juan Pedro Aparicio sobre «el desamor a España» denominaba Castiespaña. Esa era la España de los uniformes militares que se «bendecía» desde el papado sobre la base de la «unidad religiosa».
En mi opinión este modelo de Castiespaña es el que se propicia desde los sectores que promueven la independencia de Cataluña. Es por ejemplo muy significativo el grito del diputado de ERC, Gabriel Rufian de «Viva Euskadi, Viva Galiza, Viva Andalucía y Viva Castilla». Ese es su modelo. Es curioso que por un lado en su grito alude a lo que considera que pueden ser sus compañeros de viaje hacia la independencia (Euskadi y Galicia desde su concepción «nacionalidades históricas»), luego hace parada en su territorio de procedencia Andalucía (sus padres son andaluces) y el resto ya lo asocia a «Castilla». No veo demasiada diferencia entre esa concepción y la que puede tener el más rancio de los nacionalismos españoles.
También esa concepción uniforme y unitaria de España está avalada por el nacional catolicismo impulsado desde algunos sectores de la iglesia en Cataluña (que incluso redactaron un manifiesto de apoyo al referéndum del 1 de octubre).
El independentismo se alimenta en base a contraponer «dos identidades, dos unidades» una es la suya propia y la otra es una uniforme e indiferenciada «España». Lo hace en un intento de parcelar la riqueza y de postulados tan de «izquierdas» como aquellos que dicen «charnegos a vuestra tierra a moriros de hambre» o tan democráticos como los que amenazan a los que no coinciden con lo que son sus posiciones (con carteles con fotos de los discrepantes o promoviendo campañas falsas).
El «derecho a decidir» puede ser un buen slogan, pero poco más. Hay que definir «quién tiene ese derecho» y sobre «que cuestiones se puede ejercer». Les pondré un ejemplo, en un menú yo podré elegir entre una serie de platos pero no sobre aquello que no está en el menú. En nuestro caso ese «menú» es la Constitución. También podré elegir lo que yo quiero pero no podré extender esa elección hacia lo que pueda desear el vecino de al lado. Es decir podré decidir sobre aquello que me afecta de forma exclusiva pero no sobre otras cosas que puedan implicar a otros comensales. Las decisiones que implican a varios no se pueden tomar de forma unilateral.
Que a los leoneses se nos hable del «derecho a decidir» cuando se nos privó de esa decisión al configurar el marco autonómico, como que nos suena a broma macabra. En aquel momento la ciudadanía leonesa y luego su clase política (en votación de la Diputación de 20 votos frente a 4) se opuso la integración leonesa en el actual marco autonómico. Allí no había nada que separar, simplemente lo que había que hacer es no unir aquello que hasta ese mismo momento estaba separado, las regiones de León y la región de Castilla. La unión se hizo sin consentimiento de las partes y por tanto consideramos que no se trata de una unión válida.
Martín Villa crea la España de las autonomías desde la concepción de contraponer un «centro fuerte» a los nacionalismos catalán y vasco. Esa es la razón de Estado a la que aludió Rodolfo Martin Villa para justificar la inclusión leonesa en la autonomía de Castilla y León. Hoy es absolutamente evidente su fracaso en cualquiera de los indicadores que se considere y desde luego en lo que se refiere a «la unidad de España».
El modelo de Puigdemont y el de Martin Villa tienen en mi opinión más puntos coincidentes que discrepantes. Ambos apuestan por la uniformidad y no por la pluralidad.
Yo he estado en Barcelona en un puente que se celebraba la Constitución y los autobuses urbanos llevaban en uno de sus parabrisas la bandera española y en el otro la bandera catalana. Era el año 2000. El que 17 años después estemos en la situación actual significa que se han cometido muchos y graves errores. Tal vez el peor de todos fue el anular una reforma del Estatuto catalán que la ciudadanía había aprobado en las urnas.
Se dice que estamos ante un choque de trenes, pues bien si es así, una vez se produce el choque lo primero será atender a las víctimas, retirar los trenes para dejar libre la vía y restaurar el tráfico ferroviario.
Los principios de «pluralidad», «solidaridad», «libertad» entendemos que deben sustentar el concepto de España. La unidad hemos de lograrla en base a las adhesiones de voluntades fundamentadas en un proyecto común tanto en el ámbito de la economía como en el de la cultura. Para lograrlo será absolutamente necesario recomponer la imagen de España vinculándola a los logros democráticos, En ello será fundamental el dar a conocer la historia leonesa. Por decirlo de algún modo si vinculamos la imagen de España a la cuna del parlamentarismo tendrá muchas más posibilidades de generar adhesiones que si la vinculamos a la imagen del Cid Campeador o a los Reyes Católicos. Las decisiones unilaterales no ayudan precisamente a eso, ni tampoco cabe un diálogo en base a imposiciones previas, El futuro está aún por construir y habrá que hacerlo entre todos.