Oposición municipal

Ante una mayoría de gobierno, la oposición puede parecer inútil pero nunca es innecesaria. Es más, suele ser imprescindible, salvo que se quiera perpetuar uno en estar en minoría.

Como lo más habitual en una columna es valorar los hechos, es decir, las cosas que suceden, no resulta sencillo hablar de la oposición municipal en el Ayuntamiento de León. Es cierto que la labor oscura y a veces ingrata que desarrollan aquellos partidos que están en inferioridad numérica no ocupa apenas espacio en las noticias, al menos cuando de lo local hablamos, pero nada ocurre porque sí, tampoco esta inatención. Demasiadas veces es más que merecida porque estos políticos condenados a las galeras de una travesía de cuatro años en el desierto deciden tomarse como un ínterin entre elecciones su labor de antagonistas, tumbándose a la bartola del verlas venir, confiando en la aparición del unicornio bajo la forma de error fatal, en vez de cumplir con su obligación de disputar y dar la murga, con cierta creatividad, que además de una forma de diferenciarse también lo es de definirse y el método más claro de ir proponiendo un programa electoral alternativo.

En el caso del ayuntamiento capitalino, el más singular de esos partidos cree ser notario y controlador antes que contrincante o camarada y así se vende en los corrillos, aunque su cara pública corra a inaugurar junto al alcalde cosas que se inauguran con los pies, como campos de fútbol. No quieren ser llamados socios de gobierno, así que denominémoslos como la «falsa oposición» o coartada que permite la gobernabilidad; acaso, con benevolencia, podamos dejarlos en auditores de oír, ver y aprobar. El portavoz del principal partido de la vera oposición, por su parte, anda a la gresca intentando resolver sus regionales cuitas de poder internas, que vienen ya de muy largo, y parece estar más atento no ya a los destinos provinciales sino a los autonómicos, cualquier día nos sorprende una tribuna suya con un fino análisis sobre política internacional. Los partidos menos representados en el concejo, como es tradición, mantienen la inveterada costumbre de preocuparse de asuntos minoritarios acaso por fidelidad a su cuota de votantes. Así, claro, la natural pervivencia de lo mismo casi está asegurada. Y podría sostenerse, seguramente con acierto, que la oposición legionense se define mejor por lo que no hace que por lo que hace. Lo del título.