Una recuperación de la construcción lenta pero valiosa para la economía

El sector del ladrillo es uno de los indicadores que exhibe la salud de una economía. En España ha sido muy probablemente el que más cicatrices muestra después de una década de terrible crisis. En la provincia de León se dejó un tercio de sus empleos, al pasar de 27.000 a 9.000. Y el número de empresas se redujo de 20.000 a 2.000. Fue un frenazo que llegó por la explosión de la burbuja inmobiliaria pero también porque el sistema financiero —con unas cajas totalmente embarradas en el ladrillo— congeló radicalmente las hipotecas, lo que frenó las ventas de viviendas e incluso las reformas porque a los ciudadanos se les negó totalmente el crédito.

Los indicadores exhiben que las cosas están cambiando. Y eso es bueno porque la construcción es un sector clave en materia de empleo, puesto que generan un importante nivel de puestos con una variedad notable en la preparación necesaria. El que las cosas cambien en la construcción supone también un síntoma de que se genera un mayor optimismo y una confianza mejor, puesto que las familias y las empresas sólo realizan inversiones si tienen expectativas positivas. Y en el caso de la obra pública, también clave para dinamizar la economía, la recuperación paulatina que se está detectando supone un impulso para paliar el déficit de infraestructuras y un avance para la riqueza y el empleo.