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Publicado por
Olimpio Pérez Castro INGENIERO
León

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¿ Está sufriendo la sociedad española lo que debe? ¿Deberá sufrir más? España ha aguantado una crisis financiera durante años —que todavía nadie ha explicado—, la que ha precarizado y desahuciado a innumerables trabajadores. Y ha empobrecido al país, haciéndolo retroceder décadas. ¿Habrá de soportar ahora una etapa de enfrentamientos, violencias y muertos?

Cada vez son más los que piensan que los que verdaderamente mandan —las grandes corporaciones, el BCE, la Comisión Europea, el club Bilderberg,…— están alentando indirectamente y obligando al Gobierno español a dejar crecer el conflicto catalán. Estos, como administradores del sufrimiento, estarían abocando a España a un conflicto social grave y prolongado. Debería acabar mal, con graves enfrentamientos sociales y empobrecimiento del territorio catalán. Con violencia, con muertos, con enemistades irreconciliables, con tensiones dramáticas que se prolongarán por generaciones. Y ¿para qué? Habría de servir de vacuna a otras tentaciones similares en Europa (Córcega, el País Vasco Francés y Español, el Tirol,…). Un experimento que termine en desgracia. Tanta, que hasta los mismos catalanes luego lo maldigan.

¿Por qué España tendría que aceptar el plan? País débil, con soberanía cedida en varios campos (militar, financiero, político,…), habría tenido que resignarse. Reúne además buenas condiciones. Posee tensión territorial. Cuenta con esa base social de independentismo, consentido durante años e incentivado. La oligarquía catalana ve una ocasión de acrecentar sus privilegios y blindar los descomunales patrimonios obtenidos en el ejercicio del poder. Un grueso estrato de perroflautas subvencionados e inútiles, productos de la clase media catalana, alejados de toda vocación productiva, han convertido esta ocupación subversiva en su único medio de vida, y con esperanzadas expectativas. El conjunto es una bomba de relojería. No pueden parar.

La actuación estatal respecto al ‘procés’ ha sido elocuente. El Gobierno español ha empleado un discurso evasivo, con argumentos débiles y vacíos, como dirigido a niños. Ha dejado hacer durante años, con posturas incomprensibles, permitiendo la violación sistemática de la ley, la desobediencia judicial y la ofensa reiterada a los símbolos del Estado (pitadas al Rey, quemas de banderas, ignorancia de la Constitución, etc.). El Gobierno ha centrado sus argumentos en la no viabilidad económica de una Cataluña independiente, en vez de hacerlo en la ilegalidad rotunda y escandalosa del independentismo.

La tesis del ‘Experimento catalán’ es plausible. Para realizarlo de verdad y que sirva de escarmiento a otras aventuras, ha de pasar por la tragedia social. Todos los elementos conducen hacia ahí: son pasos previsibles y calculados, como en una partida de ajedrez. Ya los sectores radicales y la CUP han comunicado «que se echan al monte». La frustración social y el enfrentamiento están servidos. Está próximas la confrontación violenta y la sangre. Hacia ahí es a dónde se está conduciendo al pueblo catalán. Y a España.

El conflicto será largo y tenebroso. Los bancos y grandes empresas no se equivocan. Saben lo que va a ocurrir, lo que está planificado. Los imitan cientos de empresas, que huelen el peligro, el drama. Huyen en masa. Se vacían cuentas corrientes. La pobreza amenaza. Mientras, los independentistas y la Generalitat, a por sus objetivos: salvaguardar sus riquezas y buscar un hueco histórico. Podemos y los antisistema avivan el incendio social. La violencia se presenta como la única vía.

¿Se podrá evitar? Es muy difícil: los participantes se ven obligados a seguir con su partida y unos obligan los movimientos de los otros, como en un gran ajedrez. Sería preciso volver al uso de la razón y de la ley. La Generalitat renunciaría a la manipulación independentista y atendería al progreso económico, cultural y de mejora del ecosistema humano. El Gobierno haría cumplir la Ley con naturalidad, sin rodeos, con serenidad. Todos los actores escaparían de las confrontaciones sociales violentas, que llevan a guerras y a muertos. En cambio, están favoreciendo que la enfermedad avance y se haga grave para que el dolor sea terrible.

A nivel social, al menos habrían de ocurrir:

—Protestas por dejar avanzar la ilegalidad y la manipulación independentista.

—Reacciones ante el consentimiento de las violaciones a la Constitución y de las órdenes judiciales.

—Denuncias de la intencionalidad de estos manejos —incluso foráneos— hacia el conflicto y el sufrimiento.

—Distanciamientos de las organizaciones sociales de este desgraciado juego impuesto, que trata a España como a un guiñol.

—Pronunciamientos de los intelectuales e intervenciones decididas para evitar la ruptura social, el empobrecimiento, la violencia y las muertes.

Sin embargo, todo lo dicho no va a pasar. A día de hoy las posiciones están acantonadas, en un teatro de demoras, de ilegalidad y de insubordinación continuas. Una situación excepcional, como de guerra, en Cataluña parece inevitable.