cuerpo a tierra
Duda y acertarás
Siempre es tarde y pronto para algo, en realidad para cualquier cosa. Metidos en asuntos de previsión, no existe el momento exacto, que es justo cuando ocurren los sucesos, porque al imaginar nos quedamos cortos o nos pasamos y, cuando lo verdadero se impone, siempre nos encuentra únicamente preparados para la sorpresa. El cuñadismo dice aquello de «eso ya lo había visto venir yo», pero si fuera cierto el mundo estaría repleto de millonarios y no de parientes matrimoniales. No creo tampoco que exista la figura opuesta, el que no se entera de nada hasta que tiene al tren que va arrollarle a dos metros de la cara, y eso que venía pitando. Más o menos todos, aunque haya diferentes proporciones, somos una mezcla de visión y ceguera, casi siempre selectivas para lo que nos interesa. Lo confirma el siempre contundente refranero: no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Nada es del todo previsible pero tampoco impensable. Hasta lo más raro puede llegar a ocurrir, siempre que respete las leyes de la física. A veces —pocas, para lo que podríamos hacerlo— somos injustos con los políticos al exigirles que cumplan sus promesas y respeten los pactos tácitos con su electorado, que por ellos los vota: son tantos los imponderables, tantas las variables que no caben en un programa electoral… Así que los gobernantes van tirando, un poco como todos, del carro de la vida como buenamente pueden. Para mí tengo que el mejor no es el que cumple todo sino el que planifica las posibilidades, revueltas y meandros, de cuanto puede acontecer. Aquel que trabaja en la reducción de lo azaroso, aunque, como político, tenga la obligación de ser un dialéctico capaz de defender una cosa y su contraria. Tragar sapos va en el sueldo.
Aun así, no deja siempre de sorprender esa costumbre optimista que en los políticos viene de serie y por la que siempre manifiestan como hechos lo que no son más que intenciones, desdeñando al azar con olimpismo. Ejemplos: vamos a peatonalizar Ordoño II, vamos a hacer un palacio de congresos, vamos a dar un uso cultural al teatro Emperador. No contar con el albur y la contingencia es despreciar la mitad de las cosas que suceden en la vida, que no siempre coincide con el 50%. Además, como decía Bertoldt Brecht, «la duda es siempre lo más seguro».