Un día sabotajes, al otro velitas
U n día lucecita y otro día sabotaje. Hoy velita, paz y amor y mañana coacción y asalto a las vías. Es lo mismo y son los mismos, lo único que varía es el disfraz pero nunca el objetivo, imponer a todos su delirio. Es, en realidad, la única salida a algo que se suponía choque de trenes y ha acabado en un descarrilamiento. Queda el victimismo y la violencia. Porque violencia y coacción fue aquella huelga, violación de la libertad de la ciudadanía el impedirles hasta moverse y atentado contra los derechos de sus propios hijos el utilizarlos de escudo y piquete. Para después dejaron lo de las velitas, que esta vez fueron lucecitas de los móviles para salir muy bien en las teles, que eso sí que lo hacen de miedo, es toda una puesta en escena verdaderamente trabajada y ensayada.
Pero la procesión, con velitas o con luces, va por dentro y la realidad del separatismo es muy distinta a esa prepotencia que exhiben. Porque si algo ha quedado en evidencia de la «causa» separatista es su quimera, su imposibilidad y su ruina. Los fanatizados no lo aceptarán, claro, pero hasta los fanatizadores lo admiten. Si algo han demostrado los hechos es que la independencia era un imposible. En todos y cada uno de los sentidos. El camino directo hacia la autodestrucción, el enfrentamiento y la miseria. Se lo ha dicho, más alto que nadie, la realidad y la economía y se lo ha dicho al unísono Europa y el mundo entero.
Hacen como que no se han enterado, pero el trastazo recibido los ha descompuesto y partido el eje de su discurso. Hasta la CUP, que el día de las elecciones iba a hacer una paella, se ha tragado el 155. Y el frente secesionista se ha hecho cachos y aún puede hacerse añicos. Bruselas no se habla con Estremera. Junqueras no quiere saber nada de Puigdemont no se yo si un día «los tíos de la vara» de los unos y los otros no acaban, pero entre ellos, a varazos. No lo harán pues ahora lo que tienen que intentar salvar, aunque proclamen y griten lo contrario por la calles no es el ‘pruces’ ni la República ni la independencia, todo ello ha quedado en el desván para ocasión mejor y venidera. Ahora de lo que se trata es de conservar como sea el poder. Porque si lo pierden es cuando ellos si que están definitivamente perdidos. Por ello van como mansos corderos hasta los lobo «cupaires» a las elecciones del 21-D. Queda la cosa del plebiscito para otro rato, para otro cuento. Ahora se trata de mantener escaño. Y eso si pueden lograrlo. Más aún con el apoyo, ya sin careta, de Colau y la tropa podemita. El desnudo, cada vez más integral en Cataluña como cómplices del separatismo, puede hacer a Junqueras president —aunque esté en barrote preventivo o hasta le venga muy bien estarlo por ahora— pero a Pablo Iglesias a donde lo va a llevar en el conjunto de España es al desguace.