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EL CORRO PEDRO VICENTE
León

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C omo contrapunto a sus muchos efectos corrosivos sobre la política española, el cataclismo catalán, además de concitar un consenso de mínimos en el bloque constitucionalista, ha disparado las expectativas políticas de Ciudadanos y ha afianzado el liderazgo de Pedro Sánchez dentro de un PSOE hasta hace nada convaleciente de la cruenta guerra fratricida que situó al partido camino de la irrelevancia.

El desafío secesionista ha propiciado un cierre de filas en torno a Sánchez con el que el líder socialista no contaba ni por asomo, máxime cuando tras su victoria en las primarias excluyó de la dirección del partido al derrotado susanismo. Puigdemont, Junqueras y compañía han logrado el milagro de que los otrora díscolos barones (los García-Page, Fernández Vara, Ximo Puig, Lambán, etc,) y la contumaz vieja guardia hayan resintonizado con el secretario general que tanto denostaron. Bien es verdad que para que dicho prodigio haya ocurrido Sánchez ha tenido que olvidarse de la España plurinacional que propugnaba y abrazar la aplicación del 155, un bandazo con el que se esfuma su expectativa de alcanzar La Moncloa previo pacto con Podemos y buena parte del espectro nacionalista.

Este reforzamiento de la figura de Sánchez le ha venido bien a la actual dirección del PSOE de Castilla y León, que apostó desde un primer momento por su regreso a Ferraz, apoyo que el repuesto secretario general retribuyó generosamente aupando a la cúpula socialista, orgánica e institucional, a una nutrida representación de la comunidad, superior incluso a la conocida durante la etapa —Gobierno de la nación aparte— de José Luis Rodríguez Zapatero.

El secretario autonómico, Luis Tudanca, puede vanagloriarse de la proyección nacional de los socialistas de Castilla y León. Sin embargo, su liderazgo de puertas adentro se ha visto cuestionado por el resultado de los nueve congresos provinciales celebrados en las últimas semanas. Dejando a un lado Soria, donde hubo un candidato de consenso, la pugna interna se ha decantado mayoritariamente a favor de los antiguos ‘susanistas’, que han derrotado a los oficialistas en León, Salamanca, Palencia, Ávila y Segovia. Los sanchistas tan solo se han impuesto en Valladolid, Zamora y Burgos, en esta última provincia sin candidato alternativo a la reelegida secretaria provincial. Dicho balance supone un claro revés para Tudanca, mucho más habida cuenta de que algunos de los derrotados forman parte de la Ejecutiva autonómica del partido.

Y en todo caso, más allá de coyunturales y obligados cierres de filas, el desenlace de los congresos provinciales evidencia que los socialistas de Castilla y León siguen sin ser precisamente una piña. Basta ver, sin ir más lejos, lo ocurrido en León.