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EL MIRADOR Fermín Bocos
León

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L os tiempos cambian. Y con ellos la percepción que las personas tienen de las cosas. La sociedad, los ciudadanos, suelen ir por delante de las leyes. De ley es el cupo vasco (está en la Constitución) y durante muchos años fueron pocas la voces que se dejaron oír en su contra. Una ley electoral diseñada para primar el voto y, como consecuencia, la representación parlamentaria de aquellos partidos (nacionalistas) que operan en el ámbito de una sola comunidad autónoma aseguraba la perfecta combinación para perpetuar las indudables ventajas de dicha rareza histórica mediante unos votos que se ofrecían para apuntalar al partido gobernante de turno (en tiempos fue el PSOE, después el PP) cuando Felipe González, José María Aznar o en nuestros días, Mariano Rajoy, no gozaban de mayoría en el Congreso de los Diputados.

El PNV prestaba sus votos en el Hemiciclo para, pongamos por caso, sacar adelante los Presupuestos, y, a cambio, el Ejecutivo se mostraba generoso a la hora de calcular la cantidad que el País Vasco pagaba al Estado por los servicios que éste presta por las competencias no transferidas. Y así, durante los últimos cuarenta años. Al principio de la Transición, cuando se negociaba la Constitución, Jordi Pujol rechazó la fórmula del Cupo para Cataluña. Por aquél entonces Convergencia Democrática se definía como un partido socialdemócrata. Con el paso del tiempo cambiaron de idea y es comúnmente admitido que Artur Mas habría intentado pactar con Mariano Rajoy un concierto fiscal similar al mencionado Cupo vasco a cambio —se dijo entonces— de no echarse al monte con los secesionistas de ERC.

Después pasó lo que sabemos. Los excesos del procés (congelado tras la aplicación del artículo 155), han generado una potente reacción en el resto de España entre muchos ciudadanos que no eran nacionalistas españoles. Ese núcleo que desborda el círculo de seguidores y votantes de Ciudadanos ha encontrado en Albert Rivera un tribuno fogoso que defiende la eliminación del Cupo vasco y se niega a negociar futuras prebendas para Cataluña. Los excesos y mentiras de los dirigentes separatistas catalanes han despertado a un león que llevaba años dormido. No es para tomárselo a broma.