al trasluz
Entremés de ricas noticias
No soy de quienes afirman que todo es cultura, pero tampoco de los puristas que esgrimen que ya no hay pintores como aquellos de Altamira. Dicho esto, no conozco ninguna definición de la misma que me convenza. Por supuesto, creo en el escalafón de las calidades objetivas. Usted puede preferir las comedias de Berlanga a las de Almodóvar, pero las de ambos son superiores a las rodadas por Ozores. Esto no es cuestión de gustos, sino de galones. También la buena gastronomía es cultura. Y con su Estado Mayor. Nuestra cecina es el general de los embutidos. En León, estamos viviendo nuestro propio Siglo de Oro gastronómico. Juanjo y Yolanda de Cocinandos acaban de revalidar, por noveno año, su estrella Michelin. Y el leonés Víctor Martín ha logrado la primera para su restaurante en Valladolid. La capitalidad 2018 servirá no sólo para dar a conocer nuestra cocina, sino quiénes somos. Para hacernos querer, que es de lo que se trata. La gastronomía ha de ser un humanismo de convivencia. «A mí el botillo se me repite un poco», alegará esa lectora nonagenaria que todos los columnistas tenemos. Nada que no solucionen unas carrerinas, señora. Lo importante es repetirse en el acierto. En cambio, otros persisten en el error, como el expresident. «Oiga, que ha renunciado a una suculenta pensión de la Generalitat». Y tanto tú. Lo de Puigdemont carece de mérito, lleva encima al amiguete empresario. ¿Como Eneas a su padre, en la huida de Troya? No, como el cocodrilo al pájaro: por mutuo interés. La política es cultura si la materia prima tiene calidad. El separatismo es refrito, así no hay manera.
Coincidí con Marquitos en el Hostal San Marcos, en la entrega del premio Diario de León al Desarrollo Social y los Valores Humanos, que ha recaído en Alfaem. Me regaló un puñado de caramelos Ronchitos. Su entrañable amabilidad es cultura, como lo son sus croquetas.
El próximo miércoles nos vamos a dar un atracón para despedir a Camino Gallego y a Mario Álvarez, quienes se jubilan del periódico. Sólo el duende del taller llevaba más años. Han pasado por la vida laboral sin enemigos, también eso es cultura. Ahora, a disfrutar del merecido postre. Desde aquí les concedo sendas estrellas Michelin. Y a perpetuidad.