aquí te espero
Ya no te espero
Amable lector, no esperes verme más aquí porque no vendré. He acudido fiel a la cita desde el 6 de febrero de 1991 y, pacientemente, tú (permíteme que al final te tutee) y yo hemos opinado de lo que pasa en León, por ser lo que más nos afecta.
Antes, sólo una vez, la semana previa a la citada, te esperé bajo el rótulo de ‘Ésta es la mía’. Entonces nuestra cita era los miércoles, pero previamente había sido en la jornada que da nombre el dios de la Guerra bajo el título ‘Martes sin trece’, que cambiaba a ‘Martes con trece’ en las fechas del día aciago. Esa sección comenzó en la Nochebuena de 1985. Fue regalo de Papá Noel y como tal he considerado la oportunidad semanal de estar contigo.
Pero todo tiene su fin. Y hoy se acaba. Tres días más y me habré jubilado, después de 50 años de trabajo, 44 de ellos en este periódico, que en casi nada se parece a aquel de Pablo Flórez en el que empecé un 2 de julio de 1973.
No tengo ambición alguna, pues he hecho de todo en este periódico, en el que jamás pedí nada y todo se me ha dado. Simplemente me fui adaptando y esa circunstancia me ha permitido llegar hasta aquí. No tengo más mérito que haber resistido hasta la jubilación.
En todos estos años he tenido satisfacciones en mi tarea, como el éxito de las cruzadas que inicié contra la construcción de un campo de fútbol para más de 30.000 espectadores (el actual, con la mitad, sólo se ha llenado tres o cuatro veces), de un aparcamiento subterráneo en la plaza de la Inmaculada o la paralización del tranvía en Padre Isla. También pequeños logros de asfaltado de calles y arreglo de aceras en épocas de aspecto lamentable.
Pero me duelen los fracasos, especialmente la construcción del Palacio de Congresos y Exposiciones, que después del dispendio se ha quedado en el último nombre. Ésta es la espina que tengo clavada, porque creo que será un lastre para un municipio con suficientes handicaps como para buscarse más.
Me gustaría dejar León mejor de lo que estaba en los años 70 pero me temo que no es así. Al menos porque entonces todos trabajábamos por el bien de la ciudad y había muchas expectativas. Hoy, 44 años después, las esperanzas no se avistan en el horizonte y cada uno va a lo suyo. Así que, por desgracia, no puedo ser optimista. Lo siento, amable lector, pero hasta aquí hemos llegado juntos y ahora debemos separarnos. Adiós.