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TRIBUNA

Myanmar, la prueba de fuego del papa Francisco

Publicado por
Prisciliano Cordero del Castillo SOCIÓLOGO Y SACERDOTE
León

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S i preguntásemos a nuestros escolares por Myanmar, seguro que lo confundirían con algún futbolista y si les hablamos de los Rohingya, fácilmente sigan pensando en algún equipo de futbol. Pero si hablamos de la antigua Birmania, algunos pensarán en ese país lejano, exótico y fuera de nuestro mundo cultural.

Y es cierto, porque Myanmar, antigua Birmania, es un país ubicado en el extremo del sudeste asiático, que limita al norte con China, al sur con Laos y Tailandia, al suroeste con el océano Índico, y al noroeste con Bangladés e India. Pero también es un país que La Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional ha calificado como «país de especial preocupación», uno de los peores países del mundo en asuntos de libertad religiosa.

En diciembre de 2016, esta Comisión publicó un informe especial sobre La persecución en curso de los musulmanes rohingya. Pero no son solo los musulmanes quienes han sido perseguidos por la mayoría budista. También habla este informe de la difícil situación de las minorías cristianas en Birmania.

Siendo un país tan lejano y desconocido, ¿a qué viene hablar hoy de él? Pues porque desde el lunes el papa Francisco realiza uno de los viajes más comprometidos de su historia y Myanmar es el centro de atención de todos los medios de comunicación.

Este país, con una extensión poco superior a la de España y con 51 millones de habitantes, cuenta con una aparente democracia, en la que el ejército todavía tiene la mayor parte del poder, incluido el control de la policía y otras fuerzas de seguridad. Aliados con los militares están los monjes budistas radicales que han puesto a su pueblo contra los Rohingya, a quienes consideran extranjeros a pesar de que han estado en Myanmar durante generaciones. El resultado es que cerca de 600.000 rohingyas han huido de su país convirtiéndose en refugiados en Bangladesh.

Organizaciones de derechos humanos han grabado cientos de testimonios presenciales de violaciones sistemáticas, asesinatos en masa y terror organizado contra los rohingya.

Estos hechos han sido considerados por Naciones Unidas como un caso de limpieza étnica, próxima a un genocidio.

En medio de esta situación convulsa, el papa Francisco realiza una visita que es considerada por los observadores internacionales de alto riesgo, tanto para los rohingya, como para los 659,000 católicos que habitan en el país. En este viaje la voz profética del papa deberá estar del lado de los represaliados Rohingya, aunque el ejército y el gobierno de Myanmar nieguen que haya habido una limpieza étnica. Pero una fuerte defensa de los Rohingya por parte del papa conducirá a una mayor persecución de los cristianos. En la preparación del viaje papal, Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, ha advertido al Papa que ni siquiera use la palabra «Rohingya», un término que la mayoría budista rechaza.

Esta visita puede convertirse en una prueba de fuego para el Papa, pues se puede encontrar viviendo una situación parecida a la que vivió Pio XII en el siglo pasado con ocasión del genocidio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Si el papa Francisco defiende a los Rohinya, pone en serio riesgo a los cristianos; y si guarda silencio acerca de la persecución de los Rohingya, perderá su credibilidad moral.

Esta no es la primera visita que el papa Francisco hace a un país con problemas. Visitó Medio Oriente en 2014 y Cuba y la República Centroafricana en 2015. Esos viajes fueron casi universalmente considerados como un éxito. Si tiene el mismo éxito en Myanmar, se consagrará una vez más como el mensajero de la paz, pero si fracasa, que Dios les coja confesados a los cristianos de Myanmar.