CUARTO CRECIENTE
El mercado de los pájaros
El periodista británico William Thomas Stead, que murió en el naufragio del Titanic, se hizo famoso en la Inglaterra victoriana por sus campañas de opinión como redactor jefe del Pall Mall Gazette. Stead reorientó la línea del diario para denunciar la pobreza en los barrios de Londres, reclamar ayuda para causas perdidas como la del aventurero Charles Gordon, asediado por los derviches en Jartum, donde perdería literalmente la cabeza, o fomentar la paz entre Gran Bretaña y el Imperio Ruso de los zares.
A Stead se le recuerda, sin embargo, porque en 1885 publicó una serie de artículos contra la prostitución infantil titulada El tributo de las doncellas de la moderna Babilonia para desbloquear un proyecto de ley atascado en la Cámara de los Comunes. El periodista escandalizó a la sociedad victoriana con textos en los que una reportera y una activista se hicieron pasar por prostitutas para entrar en un burdel. Y el artículo de mayor impacto, que ayudó a recoger cuatrocientas mil firmas en un rollo de papel de milla y media, fue aquel en el que demostró que con cinco libras en el bolsillo se podía comprar a la hija de 13 años de un deshollinador. A pesar de sus buenas intenciones, Stead terminó en la cárcel y, asediado por sus enemigos, también acabó por dejar su puesto en el Pall Mall Gazette después de recuperar la libertad. Pero la ley se aprobó. Y Gran Bretaña elevó la edad de consentimiento desde los 13 a los 16 años.
En el Mercado de los Pájaros de Kabul, bien entrado el siglo XXI, un hombre puede comprar una niña-esposa por 150 afganis, el equivalente a dos euros. «No secuestro niñas; esta es mi cultura», le cuenta el intermediario al periodista de El Mundo Amador Guallar, que se ha hecho pasar por soltero en busca de cónyuge. Pero no hay que irse hasta Afganistán para descubrir que la mujer todavía es una mercancía, incluso en el mundo civilizado. Sólo tienen que coger el volante, circular por la N-VI y detenerse en la primera whiskería que encuentren. Los coches de las manadas, no tienen pérdida, están aparcados junto a los letreros de neón.