Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Los hábitos frenéticos de la vida moderna propician que, cada día, comience de nuevo un episodio de nuestras existencias, certera ecuación genética que sirve tanto para alimentar las ilusiones de la juventud como para rememorar las nostalgias en la madurez, según afirmaba el siempre intuitivo e inteligente Casanova. Y aunque la realidad casi nunca refrenda los deseos humanos, en ciertas ocasiones se da cita un cúmulo de coincidencias felices para poner la impecable rúbrica final a una trayectoria laboral caracterizada por la sensatez, el pragmatismo y una altura de miras que en la actualidad no es moneda común. Todo aguarda a quien espera y, por afinidades de orden íntimo, quiero anunciar que ha llegado el turno de jubilación para Rosa Cañizo, una mujer de recto espíritu y educada en valores sólidos, a quien envuelve ahora mismo la lluvia mansa y nostálgica de la despedida. Han pasado más de treinta años desde que entró en Hacienda con la categoría de grabadora, ocupando un puesto en el registro de datos. De ahí pasaría a recalar en atención al público, tarea que parece pensada para una experta en las leyes de la cortesía.

Con la conciencia limpia y serena por la gratificante experiencia del deber cumplido a plena satisfacción personal, tal como les ocurre a las gentes honradas al finiquitar con honores su protocolo profesional, en la alacena del corazón ocupará un lugar de privilegio para los muchos ciudadanos que durante todo este tiempo han requerido los servicios de una mujer de buena pasta y una forma de ser bonancible. Dicen que la suerte es lo más próximo que nunca estaremos a conocer la voluntad de Dios, y a modo de premio que le ha reservado la vida, casi en paralelo a su jubilación ha llegado al mundo Sergio, el primer y esperado nieto de Rosa y de mi amigo Rafa, su eterno compañero y esposo, ambos gente sana, cercana y muy linda con todo el mundo. En fin, que mañana lunes Rosa pasará a entrar en un estado de felicidad venidera y libre de ataduras. Por ello, es merecedora a modo de exquisita galantería final del más amable y soleado de los adioses.

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