Diario de León
León

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El otro día contemplé a un niño disparar a otro con el dedo. Fue a la altura de San Isidoro. Por la hora, recién salidos de clase. Su dedo sonaba: «Piug, puig», señal de que era un Colt, pues el trabuco suena a mascletá. «Muerto, te he dado», dijo. «Vale», aceptó sin rechistar el otro. Así da gusto, muertito y coleando. Me recordé en ellos. Ah, mi prehistoria. Entiendo que haya a quienes el tiroteo imaginario les parezca hoy una forma de juego políticamente incorrecta, pero es que los niños lo son. Todavía no conozco a ninguno que haya nacido con traje y corbata, salvo el pequeño Nicolás. ¿Está mal que la tierna infancia se desfogue así? Los niños finlandeses juegan a decir: «mi ácido dexosirribunucleico está dexosirribunucleizado, quién lo dexorribunucleizará...». Todo se andará. Lo importante es jugar, sea a quién se sabe más reyes godos o hacer el idem. Divertirse. Tener amiguines a quienes matar presto y resucitar en un santiamén. El dedo de los niños no lo carga el diablo; el de los adultos, a veces. Pero el origen de la violencia machista que nos atenaza no está en las hazañas bélicas de nuestra infancia, debemos buscarlo en otros arquetipos. Santa Teresa jugaba con su hermano Rodrigo a las damas y a los caballeros andantes, y es de suponer que algún espadazo entre ellos se darían. Y a Trump le hubiese venido bien jugar menos al Monopoly y más a las chapas. Otra cuestión es ese criaturita que juega a ser el inquisidor Torquemada. Mucho mejor disparar con el dedo.

Si quieres comprender a alguien trata de visualizarlo de niño. A los prebostes del independentismo catalán me los imagino de excursión en párvulos, cantando al unísono aquella de: «Ahora que vamos despacio/, ahora que vamos despacio/, vamos a contar mentiras/, tralará». Qué majetes, se creyeron a pies juntillas, aquello de «Me encontré con un ciruelo/ cargadito de manzanas/ empecé a tirarle piedras/ y caían avellanas».

Pero hay mentiras y patrañas. Cuando Kiko Rivera asegura que va a sentar la cabeza es muy posible que lo incumpla, pues la cabra tira al monte. En cambio, cuando un líder separatista asegura que acata el artículo 155 solo cabe contestarle, como en la canción: Tralará. A veces, de lo que se canta se creía.

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