OPINIÓN
EDITORIAL: La nueva realidad económica incluye más desigualdad
España ha conseguido dejar atrás esa terrible crisis que durante casi una década generó unos efectos que alcanzaron a todos los sectores y estratos de la sociedad. Pero a medida que avanza la recuperación se hace evidente que las cosas han cambiado. El deterioro del mercado laboral es incuestionable. Existe una tendencia a la precarización que genera efectos concretos con unos salarios menores y con una tendencia a que los contratos se firmen para un menor número de horas. Todo ello tiene como consecuencia que la desigualdad, ese enemigo al que siempre hay que encarar sin descanso, siga incrementándose, lo que supone un retroceso evidente en cualquier sociedad democrática. La desigualdad es siempre una injusticia muy grave pero además supone un lastre, porque complica el futuro y sus posibilidades de crecimiento, al generar daños en aspectos fundamentales como la formación del capital humano. El empobrecimiento de una sociedad limita la formación de las nuevas generaciones, porque en lo cuantitativo reduce los años de escolarización, y en lo cualitativo ocasiona que se merme la adquisición de competencias y habilidades diferentes.
El sistema económico leonés tiene hoy entre sus pilares las pensiones. A corto plazo han reducido la pérdida de renta de las personas y han facilitado una fórmula para paliar las cicatrices de la crisis. Pero suponen un cierto engaño porque su existencia es una solución cortoplacista que no será eficaz con el paso de los años para las generaciones que se benefician de las pagas de sus mayores.
La corrección de los desequilibrios requiere más esfuerzos. La sociedad no puede conformarse y debe buscar que haya un hueco para todos con un empleo digno y un acceso al bienestar con todas las consecuencias.