Diario de León
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Nacionalismos, ¿causa

o consecuencia?

N o son necesarias más evidencias para poner de manifiesto que el veneno del nacionalismo —así descrito por el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker— se expande en frasco pequeño por doquier.

Y es que habría que preguntarse por qué este empeño de ser singular, de romper con la colectividad, y de perseguir ideales secesionistas que todos los indicadores socioeconómicos desaconsejan.

Tuve que frotarme varias veces los ojos para distinguir entre los 45.000 catalanes desplazados a Bruselas la cabeza de Joseba Egibar. Y tengo que hacer verdaderos esfuerzos para explicar los vasos comunicantes no sólo entre el nacionalismo vasco o catalán, sino en el resurgir del independentismo corso, alemán o irlandés.

Es como si personas de diferentes lenguas, culturas y circunstancias, tuvieran la enorme necesidad de liberarse de algo que les oprime a todos por igual.

Y huelga ya buscar la causa en los extremismos de izquierda o derecha, o en cualesquiera otros, que ciertamente nunca condujeron a buen puerto.

Quizá estemos aún a tiempo de pensar que son sólo la consecuencia de una política que avanzó durante décadas globalizándose y apartando a minorías que ahora se rebelan. Por lo que igual la solución no está tanto en combatir el nacionalismo, sino en revisar en qué se falló.

Del resto de las prácticas unilaterales ya se cansarán ellos solos.

LUIS ALBERTO RODRÍGUEZ ARROYO. santo tomás de las ollas

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