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Publicado por
RÍO ARRIBA MIGUEL PAZ CABANAS
León

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C omo si de una conspiración de astros se tratase, los próximos días asistiremos a una serie de fenómenos que nos van a dejar con el alma en vilo. Mañana jueves, sin ir más lejos, seremos testigos de un suceso paranormal, siendo la primera vez que, en la historia de los pueblos, un grupo de pijos reunidos en una masía quieran independizarse de los gañanes que les riegan las petunias, y no al revés, como si aquellos legendarios soldados de la Confederación hubiesen entrado en los campos de algodón exigiendo que les cambiasen la limonada del porche. Al día siguiente, sin saber muy bien en qué acabará la lotería de las elecciones, se celebrará otra aún más cutre, protagonizada por millones de tontos que, a falta de apostar en el canódromo, deciden esperar con los pies helados delante de un chiringuito llamado Doña Manolita. Lo que algunos han denominado la «gran estafa piramidal», llevaría a la cárcel a sus organizadores de no ser porque en este caso, asombrosamente, es el Estado quien, exprimiendo hasta el delirio la flojera sentimental de sus súbditos, decide engañar impunemente a dos tercios de su población. Hay pocas cosas más desoladoras que ver al día siguiente a un grupo de chonis abriendo botellas de moet chandon sobre la calva del portero, mientras los que les están pagando la juerga miran alucinados la tele. Como si eso no fuera bastante, al día siguiente el país entero se quedará petrificado de nuevo ante la pantalla, esta vez para expresar su adoración hacia veintidós individuos que corren en calzón por un césped impoluto, entre los que se encuentran algunos de los defraudadores más famosos de nuestro país, tan hartos de lujos y reconocimientos que cuesta creer que no sean ellos los que creen una República donde puedan, al fin, mandar al carajo al resto de los mortales. La semana acabará, como no podía ser de otra manera, con la celebración de una fiesta que para muchos es santo y seña de una religión que, gracias a Dios, tuvo la delicadeza de amparar algunas prácticas inmorales en la remota Australia, que como todo el mundo sabe está en las Antípodas, lugar maléfico donde todo puede ocurrir, incluso que durante años cientos de niños fueran sometidos a abusos sexuales por parte de sacerdotes que prefería la carne rosa de sus pupilos a la más correosa de los canguros. Será para olvidar que esas aberraciones también han sucedido aquí, que nos comeremos toneladas de polvorones y cigalas, en una bacanal consumista que acabará con algún padre de familia resollando con un cólico en las urgencias del hospital. En fin, ruego me disculpen, este artículo, en realidad, estaba pensado para ser publicado otro día: el de los Santos Inocentes. Feliz 2018.