Diario de León
Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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Nunca nadie pudo encajar el cubo de Rubik sin ser consciente de que se necesita reflexión y perspectiva, análisis y perseverancia, capacidad para errar y necesidad de aprender de los errores. Y, sobre todo, voluntad inquebrantable de querer encajar los colores de forma armónica en cada una de la caras, porque sólo así el conjunto estará dotado de armonía y coherencia, por tanto de equilibrio. Siempre habrá un momento en el que las piezas se desencajen, pero entre más se practique más fácil será recomponer el conjunto.

Un encaje que no se logrará nunca renegando de las dificultades ni ignorando que no mover las caras o moverlas sin decidir hacia dónde deben ir es un agotador y absurdo camino a ninguna parte. Una huida hacia adelante que sólo logra enredar el ovillo, enojar a las hebras, confundir al espectador y dejar a las agujas en un alocado movimiento para tejer no la nada (ojalá, sería el mal menor) sino un nudo que a estas alturas podría parecer imposible desenredar.

El nudo catalán está siendo gobernado desde hace demasiado tiempo y en todas sus caras por manos que no quieren entender que sólo la filosofía del cubo de Rubik puede, como en la mayor parte de las cosas en la vida, encajar las piezas que sustenten la lógica y la convivencia. Un movimiento adelante, dos atrás, tres avances, dos vueltas para hacerte hueco,... La pirueta de las nuevas elecciones puede entretener y enriquecer a los tertulianos; el enquistamiento de los absurdos enturbiar vidas, familias y vecindarios. Pero al final en los colores y las caras reina un ingobernable anarquía y la solución se dibuja cada vez más compleja. Y ahí está el peligro.

Yo nunca fui capaz de entender el cubo. No tuve ni el interés ni la paciencia. Quizá tampoco la capacidad espaciotemporal para abordarlo. Mi sobrino Óscar, a una tierna edad, se enfrascó en el asunto y llegó a competir contra sí mismo cronómetro en mano para rebajar el tiempo de resolución del cacharro. Está claro que hay personas hábiles y perseverantes, y otras que se rinden.

Quizá sea el momento de dejar que los hábiles y los capaces tomen las riendas. Aquellos con el conocimiento (el caso catalán no es un capricho, son muchas décadas de historia y sentimientos que no pueden obviarse) y la muñeca o cintura suficiente para saber girar, retroceder y avanzar hasta dejar que aflore la armonía. ¿Es ese el ‘renovado’ panorama postelectoral? Veremos.

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